martes, 24 de diciembre de 2013

Los músculos más propensos a contracturas



Debido a las malas posturas y las faltas de coordinación en los movimientos corporales, existen grupos musculares que son propensos a las contracturas. Entre ellos encontramos al cuello y las prolongaciones hacia los músculos de la cara, los hombros, los brazos, los músculos del llamado trapecio de la espalda, la zona lumbar y los músculos de las piernas (en especial de los muslos y las pantorrillas).
Los hombres, ya sea por actividades de recreación o de trabajo que implican sobrecargar los músculos, son más propensos a manifestar dolor y rigidez en el tejido fibroso muscular (fibromialgia), sobre todo en la zona de los hombros y brazos. Por su parte, las mujeres que arquean su cintura para pronunciar su cola tienden a padecer contracturas en los músculos de esta zona.
Las contracturas cervicales y de los músculos de la espalda se producen a causa de las largas horas que una persona permanece sentada frente a un escritorio con los hombros y la cabeza hacia delante. También, determinadas actividades laborales (como las de odontólogos, peluqueros o los empleados de comercio) y deportivas, debido a la continua repetición de ciertas posturas corporales, generan una limitación motriz permanente que puede compensarse con ejercicios de relajación y estiramiento de los músculos involucrados. 

Técnicas curativas para contracturas difíciles

Cuando una contractura es pasajera y levemente dolorosa, es frecuente que no se recurra al médico y se continúe sobrecargando al músculo. Por eso, lo más recomendable es tomar cartas en el asunto antes de que el dolor se transforme en crónico, porque una vez que la molestia se instaló en el cuerpo es más difícil erradicarla. Sin embargo, todas las contracturas musculares se pueden revertir con un buen tratamiento médico o terapéutico que emplee alguna de las siguientes técnicas:
Fisioterapia: Es un tratamiento médico realizado por un especialista (fisioterapeuta) que consiste en la aplicación de componentes físicos sobre la contractura tales como rayo láser, magnetorerapia, iontoforesis, ultrasonido, vibroterapia y electroestimulación. Los resultados de estas terapias son muy efectivos y rápidos, porque actúan en profundidad y en zonas de difícil acceso para la mano.
Ejercicios kinésicos: Consisten en movimientos de estiramiento y acondicionamiento selectivo, que acompañan al músculo en la acción contraria a la que realiza el contracturado. Deben estar recetados por un kinesiólogo y la mayoría son muy fáciles de hacer, inclusive sin la ayuda del profesional.
Antiinflamatorios y analgésicos: Estos productos se presentan en forma de comprimidos o cremas de uso externo, y en general favorecen la desinflamación del músculo y alivian el dolor. Ambas acciones se combinan en el mismo fármaco y siempre deben estar recetados por un médico.
Reeducación postural: Consiste en volver a aprender las posturas y posiciones adecuadas para que el cuerpo no sufra ningún problema o contractura. Es una técnica preventiva más que curativa y permite principalmente corregir las fallas biomecánicas que provocan los dolores musculares.
Terapia bioenergética: Consiste en liberar la energía vital del organismo bloqueada por las contracturas y la tensión muscular. A través del uso de técnicas de relajación, el flujo energético de la persona contracturada entra en circulación nuevamente devolviéndole a la persona la vitalidad perdida.

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