Abandonar
la práctica deportiva: Nuestro cuerpo no se encuentra preparado para el sedentarismo, sobre
todo porque la inactividad física es una de las responsables de las
enfermedades cardiovasculares. Dejar de practicar deportes o ejercicios conduce
a la atrofia muscular, ósea y articular, además de la paralización circulatoria
y la pérdida del equilibrio y la coordinación en los movimientos básico (como
caminar o andar en bicicleta). Es preciso entender que el envejecimiento no
sólo tiene que ver con nuestra cédula de identidad sino además con el uso,
desuso o mal uso que hacemos de nuestro cuerpo.
Promover
las arrugas: El
proceso por el cual aparecen las arrugas se inicia con la ruptura de las fibras
elásticas de la piel. Si bien se trata de un ciclo degenerativo natural, puede
acelerarse a causa del sol, el alcohol, el cigarrillo y los alimentos ricos en
grasas. Otros factores que inciden negativamente son: delinearse los ojos con
productos duros, dormir boca abajo, frotarse los párpados, no quitarse el
maquillaje, morderse y mojar los labios, depilarse las cejas y el bozo y
fruncir el entrecejo. Estos factores atacan la fibra de elastina y colágeno,
proteínas que dan resistencia, turgencia y elasticidad a la piel, provocando
los pliegues y las marcas que posteriormente se convertirán en profundas
arrugas.
Acumular
tensiones: Si
nuestra hostilidad permanece contenida y todos los cambios que se dan en el
interior del organismo no tienen una respuesta física, la consecuencia
inmediata puede ser un ataque de ira que dañe seriamente nuestro corazón. Si la
ira y el enojo se acumulan, los órganos de cuerpo se van desgastando. El
malhumor se convierte, entonces, en un riesgo más de enfermedad coronaria, ya
que las paredes de las arterias se deterioran ante la presión sanguínea y la
grasa acumulada se transforma en colesterol en vez de energía. Los expertos
recomiendan controlar los impulsos sin llegar a reprimir las emociones.
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