En
general, el horario de trabajo afecta principalmente el almuerzo y la merienda
pero no el resto de las comidas. Por eso no deben descuidarse ni el desayuno ni
la cena, ya que pueden complementar perfectamente el aporte de nutrientes y
calorías que el cuerpo requiere diariamente.
En
principio, el desayuno nunca debe omitirse y menos transformarlo en una simple
taza de café. Destinar el tiempo necesario a la primera comida del día, nos
asegura sentirnos bien hasta el mediodía. Bastará realizar una provisión de
energía con tres a cinco rodajas de algún pan (preferentemente integral o
salvado), cereales en copos, frutas y la incorporación de proteínas con lácteos
o quesos, junto con un poco de frutos secos como almendras o avellanas. Las
infusiones pueden ser variadas: té, café, malta torrada, mate, infusiones y
tisanas de hierbas, agua de cocción de frutas o jugos naturales de naranja y
pomelo. Tan sólo debemos controlar el consumo de grasas y azúcares,
generalmente presentes en los productos de pastelería y las galletas.
Por
otra parte, subestimar la cena es un error. Si bien esta siempre debe ser
liviana, no por eso menos nutritiva. Sopas de verduras, carnes y de vez en
cuando pastas con salsa natural de tomates pueden ser excelentes platos
nocturnos. Además, si el almuerzo se pasó por alto, la cena puede ser el
momento de compensar la falta de nutrientes. Eso sí, nunca se debe cenar antes
de acostarse, al menos se debe hacer dos a tres horas antes de hacerlo. Nada de
emparedados o galletitas con té, esas opciones son poco saludables y entorpecen
la calidad del sueño.
Alimentos que pueden incluirse
Aceites
vegetales:
Aunque sea una cucharadita por comida, son alimentos básicos y necesarios. Las
verduras no sólo deben consumirse con limón, sino también con aceite. Las
grasas son indispensables para nuestro cuerpo y tanto el aceite de oliva, maíz
y girasol deben incluirse, sobre todo cuando las únicas grasas que ingerimos
son las de origen animal. Las mayonesas pueden servir como un reemplazo
provisorio.
Fiambres magros: A
diferencia de los embutidos y los enlatados (como el picadillo y las
salchichas), ciertos fiambres pueden incluirse en las comidas sin ningún
problema. Los más recomendables son el jamón, lomito y pastrón. Algunas veces
puede ser el sustituto de las carnes, pero su consumo debe ser limitado, ya que
sus conservantes,
nitritos y excesos de cloruro de sodio no son muy saludables.
Tartas
y empanadas: Los alimentos preparados con masas frescas como las tartas, las
empanadas, los panqueques y crepes son ideales para comer cuando el tiempo
apremia. Por ejemplo, una porción de tarta
acompañada de una ensalada es un plato fantástico para el almuerzo. Sin embargo, como son comidas ricas en
grasas, nunca deben consumirse en exceso.
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