jueves, 12 de diciembre de 2013

La fiebre: ¿Síntoma de alguna enfermedad?



El aumento de la temperatura corporal observado durante una enfermedad es normalmente conocido como fiebre y se presenta en respuesta a una infección por parte de organismos patógenos, o a ciertos tipos de lesiones físicas. Por ejemplo, cuando una persona es infectada por una bacteria, los glóbulos blancos del sistema inmune reconocen al patógeno entrante como extraño e inician el primer estadio de la "respuesta inmune". En esta fase (aguda), los glóbulos blancos llamados monocitos liberan una variedad de proteínas conocidas técnicamente como citoquinas. Estas moléculas son centrales en la respuesta inflamatoria. En particular, en la fase aguda predominan dos tipos de citoquinas que son pirógenas, es decir, de las cuales se conoce que causan un incremento en la temperatura del cuerpo. Si bien se desconoce cómo es exac­tamente que inducen fiebre, sí se sa­be que causan la producción de sus­tancias en el cerebro que envían se­ñales a todo el organismo con el mensaje de elevar la temperatura.
Los mecanismos que el cerebro uti­liza para lograr esto aún no se han podido determinar, pero de seguro incluyen el incremento del ritmo metabólico y la inducción a tiritar. Ambos procesos queman combustible metabólico mu­cho más rápidamente que la tasa nor­mal, y como consecuencia inmediata eliminan calor corporal. 

La fiebre y sus ventajas

El incremento de la temperatura parece potenciar ciertos aspectos de la respues­ta inmune. Por una parte, si la temperatura supera la normal del cuerpo, el ritmo de crecimiento de diversas clases de bac­terias se reduce considerablemente. Inclusive se cree que además de afectar la habilidad de los microor­ganismos para reproducirse, a tempe­raturas mayores a 38 grados las célu­las T (parte del arsenal con que nues­tro sistema inmune combate a los in­vasores) trabajan de una forma más óptima y eficiente. Por otro lado, durante la fiebre el nivel de hierro circulante en sangre decae y los microbios requieren de hierro pa­ra multiplicarse.
Así es cómo la fiebre actúa como un gran aliado de nuestro organismo a la hora de batallar una infección. Asimismo, muchos otros de los síntomas que experimentamos víctimas de patógenos (cansancio, dolor en las articulaciones, falta de apetito) son a causa de las sustancias liberadas por los monocitos cuando detectan el ingreso de microorganis­mos, y no a los mismos invasores ni a sustancias por ellos emitidas. Esa la forma que tiene nuestro cuerpo de re­ducir nuestra actividad de manera que podamos recuperamos de una in­fección. Y en la mayoría de los casos funciona. Y como es algo que se produce sin preverlo, sólo debemos soportar la molestia de sentirnos acalorados, pero protegidos al fin.

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