· Concentración interior: siéntate, relájate e imagina un
dibujo simple, como un círculo alrededor de una cruz u otro símbolo fácil de
visualizar. Consérvalo en la mente durante todo el tiempo que dure el
ejercicio, sin pensar en lo que representa. La figura debe permanecer simple
sin complicaciones ni desviaciones, y siempre es preferible que esté dentro de
una forma circular, con un centro bien definido.
· Concentración exterior: siéntate, relájate y coloca una
mano enfrente, de manera que puedas enfocar la uña del pulgar con la vista
baja. Mírala con atención, sin forzar la vista, conserva los ojos y los
párpados relajados y presta atención al movimiento del abdomen al respirar. En
el transcurso debes estar atento de la respiración y contemplar la uña del
pulgar. No piense en ella ni trates de profundizar en tus pensamientos;
limítate a observarla como si se trata de lo más importante que has visto en la
vida.
Estas
dos técnicas inducen la mente a un estado profundo de relajación y permite que
el cuerpo se despegue por completo de las preocupaciones cotidianas. De esa
forma, con la mente en blanco y junto a la respiración profunda el cuerpo se
toma el descanso necesario para poder continuar con la rutina de todos los
días. Así, libre de tensiones y estrés es como uno puede adoptar una actitud
diferente frente a las situaciones que se presentan en la vida, actuando con
calma y serenidad sin llegar a perder el control de nuestros propios actos.
La posición ideal para
meditar
Como en
todos los ejercicios, existe una postura correcta que el cuerpo debe adoptar
para obtener los máximos beneficios a la hora de meditar. Sentado sobre el
suelo y con las piernas cruzadas debes tener en cuenta estos aspectos:
· Cabeza vertical y mentón
suavemente recogido.
· Espalda derecha, pero sin
tensión.
· Hombros bajos.
· Respiración abdominal fluida y
lenta.
· El pecho prácticamente no se
mueve.
· Las manos en la posición que
desees, pero siempre relajadas.
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