Sin embargo, la razón de la "agenda repleta" suele enmascarar otras
barreras más importantes. Una de esas barreras es el exceso de peso en sí.
Tornarse activo puede ser difícil, agotador y doloroso cuando el cuerpo lleva
una carga adicional. Para ello es necesario proponerse unos objetivos de
ejercicio razonables y trazarse un plazo coherente hasta alcanzar niveles de
actividad intensos. Por ejemplo, para las personas obesas, la opción de
actividades de bajo impacto es especialmente importante. Para mucha gente,
obesa o delgada, los paseos regulares suponen una opción potencialmente
positiva. Eso sí, antes de incorporarse a programas de intensidad
"elevada" conviene siempre consultar a un médico.
Ejercicio: Sinónimo de salud perdurable
Estudios
realizados han revelado que una actividad física modesta y una pérdida de peso
modesta aportan beneficios considerables para la salud. Unos niveles de
actividad relativamente bajos se asocian con un descenso de la mortalidad. El
ejercicio de baja intensidad también hace pronosticar una pérdida de peso.
Además, curiosamente, unas pérdidas de peso pequeñas pueden normalizar la
presión sanguínea en algunos sujetos obesos hipertensos y mejorar el control de
los obesos diabéticos de tipo II.
Es
preciso entender la siguiente idea: cualquier nivel de ejercicio, por pequeño
que sea, es mejor que no hacer ejercicio. Cuando una persona se pregunta si
caminar una cuadra es "suficiente", la respuesta debe ser
contundente: es mucho mejor que permanecer inactivo. Además, es preciso señalar
que un esfuerzo semejante representa un compromiso positivo con uno mismo. La
constancia puede ser más importante que el tipo o la cantidad de ejercicio, y
quizá el aspecto más difícil con el que se enfrenta una persona.
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