Comer bien no implica contar calorías y contabilizar cada gramo de
alimento, sino intentar un balance de nutrientes de acuerdo a las necesidades
energéticas del cuerpo, estableciendo pautas alimentarias que sirvan de guía
para saber qué cantidad se debe ingerir de tal o cual alimento. Para ello, la
nutrición y dietética ha establecido lo que se denomina la “pirámide de la
alimentación”, un gráfico que describe la cantidad de porciones de comida que
deben consumirse de acuerdo a la ubicación de los diferentes grupos de
alimentos (o sea, de acuerdo a sus nutrientes). Así, la base implica un mayor
consumo, mientras que la punta un consumo escaso y moderado.
Una visión novedosa y revolucionaria
Hasta el momento, los hidratos de carbono complejos o almidones (pan,
pastas, cereales y arroz) eran considerados la base de la nutrición moderna por
su aporte energético y sus efectos en el organismo. Sin embargo, se ha
demostrado que existen otros elementos que son igual de importantes que los
almidones: las vitaminas y los minerales. La carencia de vitaminas y minerales
produce serios trastornos de salud, ya que su consumo es imprescindible para el
normal funcionamiento fisiológico del organismo. Otra ventaja que poseen es
que, por tratarse de oligoelementos, no producen ninguna acumulación extra de grasa
en el cuerpo. Esto ha dado lugar a que se destaque su consumo aumentando las
porciones dentro de la denominada pirámide alimenticia y relegando un escalón
hacia arriba a los hidratos de carbono.
La principal fuente de vitaminas y minerales son las frutas y verduras.
Si bien alguna de ellas aportan otros nutrientes como almidones (en el caso de
las papas y los boniatos), grasas (los dátiles y los aguacates o paltas) y
azúcares simples (manzana, pera y banana), lo cierto es que su consumo debe
interactuar con el resto de los alimentos. Pues no se trata de reemplazar una
pasta por una verdura, sino de complementar el aporte nutritivo en favor de un
bienestar general. De esta forma, con el nuevo replanteo del esquema nutritivo
básico es posible mantener una alimentación balanceada sin sufrir los
trastornos del sobrepeso o la obesidad,
los problemas de irritabilidad, estrés, fatiga, y fundamentalmente, los
malestares crónicos producidos por desnutrición.
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