jueves, 2 de enero de 2014

Escuchar con atención: La base de toda relación duradera




Nuestra capacidad de escuchar al otro está estrechamente vinculada con nuestros temores y dudas más profundos, que puede llegar a convertirnos en auténticos "sordos" o en auténticos verdugos frente a ciertos temas, mientras que ante otras cuestiones puede mostrarnos como seres cálidos y bondadosos. Sin embargo, de una u otra forma no podemos disociarnos de nuestras propias vivencias personales, y lo importante es poner en juego la atención necesaria para poder darle a la otra persona la respuesta que está necesitando.
Para aprender a escuchar a lo demás, lo primero que debemos hacer es escucharnos a nosotros mismos y darnos el valor que tenemos frente a toda relación con otra persona (sea de la índole que sea). De nada sirve adoptare una actitud fría y distante que no produzca la contención que nuestro amigo requiere. Con el tiempo, nuestra postura comenzará a dar sus nefastos resultados: las personas con las que nos relacionamos se irán alejando de a poco, hasta el día en que miremos a nuestro alrededor y nos demos cuenta de lo cerrados que hemos sido. Además, si aprendemos a escuchar al otro podremos nutrirnos de sus propias vivencias y aprender del éxito o fracaso ajeno. Al mismo tiempo que podemos ayudar a alguien con sus problemas, nos podemos ayudar a nosotros mismos. 

Pasar a la acción: Etapa necesaria de toda relación

Cuando se presente el momento adecuado, todo buen amigo debe aprender a brindar una opinión certera y objetiva sobre lo que escuchó, ofreciendo los mecanismos necesarios para “pasar a la acción” y proponer así una solución sencilla y efectiva. Luego, quien expone sus problemas puede elegir finalmente qué hacer  para acceder por sí mismo a la solución de su conflicto. Y esto implica mucho más que dar un consejo, se trata de persuadir al otro de lo importante que es actuar frente a tal o cual situación; en definitiva, es intentar que el otro tome conciencia de sus propios problemas y se dé cuenta qué el mismo puede solucionarlos.
Por otra parte, las personas que se resisten a aceptar un punto de vista que no sea el propio, nunca consiguen solucionar el problema de manera definitiva. Pues sin darse cuenta, ellos mismos recurren a nosotros no sólo para desahogarse sino también para encontrar soluciones. Frente a una situación de este tipo, lo mejor es negarse a escucharlo, aunque nos duela en el alma. Así le demostraremos a la otra persona que somos mucho más que una gran oreja donde todos vienen a desahogarse y contar sus problemas. Pues como la base de toda relación personal es la interacción (o sea, un ida y vuelta), si ésta no se da, deberemos aceptar que de nada sirve conservarla.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario