Las plantas medicinales pueden aconsejarse
como un primer paliativo frente un cuadro clínico leve, o sea, antes de pasar a
otros medicamentos más agresivos, reservando éstos para sintomatologías más
graves; o bien para disminuir las dosis de otros medicamentos, etc. Las
consultas más frecuentes que se hacen en farmacias y herboristerías respecto a
la fitoterapia, están relacionadas con las siguientes dolencias: insomnio y
depresión, metabolismo y exceso de peso, estreñimiento, circulación y
colesterol, fatiga y falta de energía, entre otras.
En la actualidad, se puede disponer de
fitofármacos eficaces y fiables, de los que se conocen tanto sus principios
activos, como sus mecanismos de actuación, efectos secundarios, etc. Ya son
muchos los laboratorios serios, con garantía farmacéutica que garantizan el
poder de ciertas plantas medicinales sobre distintos problemas orgánicos y
fisiológicos. En este sentido, es el farmacéutico el profesional que conoce el
medicamento natural en toda su dimensión. Sólo él tiene la capacidad de
detectar las posibles interacciones que se pueden producir entre medicamentos
clásicos y tratamientos con plantas medicinales, y aconsejar al paciente sobre
el modo adecuado de seguir el tratamiento, o remitirle al médico en su caso.
Una alternativa casera
Las hierbas medicinales milenarias se
cultivan prácticamente en cualquier jardín, y su empleo en infusiones ha
demostrado ser altamente efectivo. Entre las hierbas más populares se
encuentran el anís, el diente de león, la lavanda, el gingko biloba, la hierba
de San Juan, el regaliz, el saúco, la ortiga, el sauce blanco y la salvia.
Cuando se emplean sus flores, se deben recolectar una vez que se ha evaporado
el rocío de la mañana y están totalmente abiertas. Hay que separarlas de los
tallos, eliminar la suciedad y los insectos y dejar secar enteras sobre una
bandeja forrada con papel periódico. Luego se deben guardar en un recipiente
oscuro y hermético.
Por otro lado, las hojas grandes se recogen en plena floración y se dejan secar separadas una de otra; las pequeñas como la lavanda, se disponen con sus tallos en pequeños ramos cabeza abajo. Cuando están quebradizas al tacto, se debe separar el tallo sobre un papel y desechar las partes grandes. Luego se compactan y se conservan en un recipiente hermético y oscuro.
En cambio, casi todas las raíces se recogen en otoño cuando las partes aéreas de la planta han muerto y antes de que el suelo se endurezca demasiado. Se deben lavar para eliminar la tierra y posteriormente se cortan en trozos pequeños. Luego se extienden sobre una bandeja forrada de papel y se dejan secar de dos a tres horas en horno precalentado y apagado. Se deben almacenar en un una habitación cálida y soleada hasta que finalize el proceso de secado.
Por otro lado, las hojas grandes se recogen en plena floración y se dejan secar separadas una de otra; las pequeñas como la lavanda, se disponen con sus tallos en pequeños ramos cabeza abajo. Cuando están quebradizas al tacto, se debe separar el tallo sobre un papel y desechar las partes grandes. Luego se compactan y se conservan en un recipiente hermético y oscuro.
En cambio, casi todas las raíces se recogen en otoño cuando las partes aéreas de la planta han muerto y antes de que el suelo se endurezca demasiado. Se deben lavar para eliminar la tierra y posteriormente se cortan en trozos pequeños. Luego se extienden sobre una bandeja forrada de papel y se dejan secar de dos a tres horas en horno precalentado y apagado. Se deben almacenar en un una habitación cálida y soleada hasta que finalize el proceso de secado.
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