Lo
cierto es que a medida que pasa el tiempo nos ponemos más lentos y la lentitud
es un gran indicador de la pérdida de rendimiento y capacidad física. Los
músculos del cuerpo tienden a aplanarse, a perder fuerza y a endurecerse si no
se los trabaja correcta y periódicamente. Lo mismo ocurre con la flexibilidad:
hay que ejercitarla si no queremos perderla. Todo esto nos demuestra hasta qué
punto una vida sedentaria influye de manera negativa en nuestra calidad de vida.
Mover el cuerpo: Una solución al alcance de todos
Mover
el cuerpo regularmente beneficia la función cardiorrespiratoria y de ella
depende nuestra resistencia al esfuerzo. Una vida sedentaria , que suele ir
acompañada por una mala alimentación y un mal descanso, termina
irremediablemente en un deterioro del organismo y, en muchos casos, en una
enfermedad crónica. Y las enfermedades cardiovasculares son enfermedades
crónicas degenerativas, fuertemente asociadas a las condiciones de vida. Por
eso lo mejor es adoptar una actitud activa que nos asegure una vida plena y
llena de vitalidad, que no necesariamente tenga que ver con practicar un
deporte, sino más bien con cambiar ciertos hábitos nocivos por otros más
saludables. Entre las propuestas “activas” se encuentran:
• Olvidarse
de los ascensores: subir y bajar lentamente por las escaleras.
• Realizar compras en comercios que estén un poco más lejos del hogar para aprovechar la caminata diaria.
• Ejercitar los músculos de los brazos mientras permanecemos sentados realizando movimientos circulares.
• Caminar por lo menos de 10 a 12 cuadras por día.
• Andar en bicicleta por el parque para obtener así una inyección de oxígeno vital.
• Realizar compras en comercios que estén un poco más lejos del hogar para aprovechar la caminata diaria.
• Ejercitar los músculos de los brazos mientras permanecemos sentados realizando movimientos circulares.
• Caminar por lo menos de 10 a 12 cuadras por día.
• Andar en bicicleta por el parque para obtener así una inyección de oxígeno vital.
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