En
muchas ocasiones creemos estar escuchando al otro, pero lo que en realidad
estamos haciendo es emitir juicios sobre lo que está diciendo o analizar
internamente su comportamiento. Como contrapartida, a veces quien nos escucha
refleja en su mirada el mismo comportamiento, y a nosotros nos invade esa
extraña sensación de haber estado "hablando con una pared". Y aunque
muchos crean que escuchar y ser escuchado es una cuestión natural, hacerlo
conscientemente respetando al otro y haciéndonos respetar, es una actividad que
requiere de tiempo y práctica. Sólo así conseguiremos potenciar nuestras
relaciones personales.
Aprender a considerar a los demás
Cuidar
nuestras relaciones personales es un verdadero arte, que quién lo aprende jamás
se queda solo. Para ello nada mejor que prestar especial atención a los
siguientes consejos, que nos permitirán perfeccionar la actitud que adoptamos
cuando una persona requiere de nuestra atención y consideración:
• Desechar
los prejuicios: En ocasiones reaccionamos de forma automática sin llegar a
escuchar del todo al otro. Por ejemplo, decimos: "esto está bien, esto es
correcto, esto no me gusta". Estas opiniones fugaces son tan definitivas,
que sólo incrementan la cuota de culpabilidad en quien nos cuenta sus
problemas.
• Decir
las cosas sin herir sentimientos: Los especialistas aconsejan no tener
miedo de mostrarnos algo duros cuando sea necesario, aunque sin llegar a
generar odio. Siempre una actitud comprensiva y cálida podrá aliviar la tensión
en el momento de una interacción, aunque en ocasiones no ayudará al otro a
modificar su estado de ánimo y cambiar su predisposición frente a las cosas.
•
Adoptar un actitud receptiva: Para escuchar bien a alguien debemos crear una situación propicia que
aliente a la persona deprimida a expresar su malestar sin ningún impedimento ni
respuestas apresuradas que lo dispersen de su exposición. Debemos ser
pacientes, pues siempre existe el turno para contestar.
• Ser
objetivos y saber tomar distancia: De ser posible, debemos evitar que
nuestra comprensión y sensibilidad nos haga perder la cabeza. El desafío de
toda relación personal sana es aprender a ayudar al otro sin debilitarnos con
sus propios problemas, aunque se trate de situaciones sumamente complejas.
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