En
principio, una buena estrategia consiste en concentrarse en el valor nutritivo
de cada alimento que comes, además de observar la energía que aporta. El azúcar
puro aporta solamente calorías vacías ya que carece de todo tipo de nutrientes,
mientras que las frutas, por ejemplo, aportan vitaminas y fibras esenciales
además de azúcares naturales. Siempre debes elegir alimentos que contengan un
beneficio nutritivo positivo. Pues comer sanamente significa comer alimentos de
buena calidad en base a un esquema coherente. Las comidas rápidas, las
golosinas, las tortas y los alimentos grasos son como troncos húmedos arrojados
al fuego: no arden muy bien. En cambio, las frutas, los vegetales, el pescado y
los productos integrales arden mucho mejor.
Comer poco muchas veces
Algunas
personas que siguen dietas extremadamente estrictas consideran que saltear
comidas y tener hambre es la mejor forma de bajar de peso, aunque está
demostrado que a largo plazo esto produce el efecto contrario. Saltear comidas
implica que el cuerpo tiene mayores probabilidades de reservar las comidas
subsiguientes en forma de grasas. No pienses que porque quieres eliminar los
kilos de más tienes que comer menos; simplemente necesitas alimentarte de otra
forma. Es muy probable que obtengas mejores resultados comiendo con más
frecuencia, para evitar esa falsa necesidad de comer algo específico que
provoca la falta de azúcar en la sangre. Pero recuerda elegir todos los
alimentos que consumas, para obtener el máximo beneficio nutritivo.
Los
programas más exitosos de pérdida de peso establecen una división de la ingesta
de alimentos en 6 o 7 comidas por día. Y aunque esto parece imposible, en
realidad cada comida consiste en pequeñas raciones de alimentos perfectamente
equilibrados, en lugar de los famosos “atracones” que se dan quienes sólo
llevan dos o tres comidas diarias. La clave está en tomar un desayuno suculento
y variado (que incluya frutas frescas, cereales integrales, pan integral, y
lácteos magros o descremados), consumir una fruta o dos a media mañana,
almorzar bien al mediodía (como carne con verduras), tomar una merienda liviana
tres horas después, consumir otra fruta o yogur a media tarde, cenar de forma
ligera dos horas antes de acostarse y consumir por último una fruta
(preferentemente manzana) media hora antes de ir a la cama.
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