Para
afrontar estos inconvenientes, el hombre contó con mecanismos propios,
incorporados en su cuerpo y su conciencia, que le permitieron superarlos y
continuar exitosamente el proceso evolutivo de la especie. Si bien es cierto
que en la actualidad se han eliminado los factores de la vida primitiva y salvaje,
el avance cultural y tecnológico provocaron nuevas situaciones, aún más
complejas que las iniciales y altamente amenazantes para la integridad de toda
forma de vida. Asimismo, aún compartimos con nuestros antepasados un mecanismo
de respuesta a todos los factores existenciales críticos: ni más ni menos que
el “estrés”.
Factores críticos que provocan estrés
Se
denomina “factores críticos” a las situaciones que provocan una "reacción
de estrés"; si se multiplican y nuestra capacidad de respuesta se limita,
existe mayor riesgo de desarrollar lo que se conoce como estrés patológico (un
estado de enfermedad física y/o mental). Entre los diversos factores críticos,
pueden enumerarse:
•
Muerte de seres queridos.
•
Cambios importantes o pérdida de la actividad laboral.
•
Violencia doméstica o social.
• Abuso
sexual.
•
Dificultades económicas y/o financieras.
•
Traumatismos o lesiones físicas.
• Grave
enfermedad, propia o de seres queridos.
•
Privación de la libertad, víctima de hechos delictivos.
•
Infidelidad, divorcio o separación de la pareja.
•
Violencia represiva.
•
Hecatombes naturales, sociales o políticas.
•
Acontecimientos trascendentes (inversiones, exámenes, viajes, etc. )
Frente
a una situación de crisis o un hecho doloroso, es prácticamente inevitable una
respuesta condicionada por el estado emocional de quien la vive. Sin embargo,
una “actitud constructiva” que comprenda la dimensión de los hechos, pero a la
vez asuma la continuidad de la vida, es una herramienta imprescindible para
evitar un estado de estrés nocivo.
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