El
problema principal por la falta de atención o memorización se genera con la
distracción mental. Por ejemplo, nuestra mente se distrae y se agota cuando
ponemos toda la atención al servicio de las preocupaciones cotidianas. Cuando
nos imponemos innumerables obligaciones todos los días sin una adecuada
organización, terminamos sin darnos cuenta por producir la indeseada saturación
de la atención. Asimismo, las formas de vida estrictamente rutinarias (hacer
siempre lo mismo) influyen negativamente sobre la actividad cerebral y
desembocan necesariamente en un “agotamiento mental”.
Situaciones que perjudican la “atención mental”
Existen
innumerables situaciones o momentos que promueven la “saturación mental”
acentuando la sensación de que nuestro cerebro no da más. Lamentablemente, el
estilo de vida actual no contribuye a la recreación de nuestro cerebro y lo
somete cada vez más a obligaciones y responsabilidades que no puede cumplir,
desencadenando así estados de estrés mental. Podemos pensar varias cosas casi
simultáneamente, pero la atención está sólo en una de ellas. Cuando existen
inquietudes, vacilaciones o estados de ansiedad, la atención comienza a ser
dominada por el estrés y la memoria comienza por jugarnos una mala pasada. Tal
es así, que podemos leer un libro, y al terminar un capítulo, ni darnos cuenta
de lo que acabamos de leer. Esta situación es un claro síntoma de que nuestra
mente necesita un respiro.
Por
otra parte, los momentos que exigen una prolongada atención suelen
transformarse en los responsables del agotamiento mental. Cuando uno permanece
mucho tiempo con la atención puesta en un solo tema (como sucede en las
conferencias o las clases universitarias), se hace necesario contar con un
recreo que le permita a nuestra mente distenderse por un momento. De esta
forma, el cerebro tiene la capacidad de recuperarse y asimilar con éxito todos
los datos o conocimientos nuevos que recibe. Lo mismo sucede con el estudio, es
mucho más productivo establecer un proceso de estudio que nos permita
desconcentrarnos cada una o dos horas, que estudiar 10 o 12 horas seguidas sin
parar. Pues llega un momento en que el cerebro no quiere saber nada más. Por
ejemplo, si se combinara el estudio con algo lúdico, el cansancio mental y la
saturación de la atención no existirían.
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