El sol
constituye uno de los principios formadores de la vitamina D en el organismo, y
su falta produce raquitismo sobre todo en personas muy jóvenes, bebés y niños,
que no reciben la suficiente cantidad de luz solar. Esta carencia provoca
serios inconvenientes en la preservación de la salud y el bienestar físico.
Asimismo, la exposición solar previene, sobre todo en las personas del sexo
femenino, la osteoporosis y colabora en la recuperación de afecciones de piel
tales como acné, psoriasis, vitíligo y pitiriasis rosada. En esos casos, es
aconsejable extremar los cuidados para evitar quemaduras que pueden agravar la
dolencia.
Más sol, más alegría
A nivel
psicológico la luz solar predispone el ánimo favorablemente, una situación que
podemos verificar en nuestra experiencia cotidiana. Estudios comparativos
realizados en poblaciones asentadas en diversos lugares del planeta, demuestran
que los pueblos tropicales se expresan a través de su carácter y sus
expresiones artísticas con un mayor optimismo y alegría.
Desde
tiempo remotos, los chinos emplearon el sol y el aire libre como excelentes
baños revitalizantes, tanto para el cuerpo como la mente. Pasar por lo menos
media hora del día al aire libre actuará como un excelente tónico para el
cuerpo. Se puede disfrutar de este baño de diversas maneras: caminado,
trotando, andando en bicicleta o simplemente sentado en una plaza, un parque,
en el patio o la terraza de la casa. Lo importante es poder contemplar el cielo
y llenar los pulmones de aire puro. A la vez, es fantástico dedicar un buen
rato bajo el sol. En verano debe hacerse con la piel protegida, pero en
invierno puede disfrutarse sin problemas. La luz y el calor del sol actúan como
remedio contra la depresión, la anemia, mejora las secreciones hormonales,
actúa como desinfectante y calcifica huesos y dientes.
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