En
primer lugar, hay que tener en cuenta que la relajación muscular es
completamente pasiva (a diferencia de la contracción, que es activa). Cuando
las fibras musculares ya no reciben impulsos nerviosos, se relajan. Por lo
tanto, la relajación es básicamente el cese de producción de tensión muscular.
En consecuencia, cuando los músculos entran en un proceso de relajación, se
libera la fuerza elástica interna acumulada dentro de las miofibrillas
musculares durante la contracción. De ese modo, la retirada de los componentes
elásticos devuelve al músculo su longitud normal (que suele acortarse en el
proceso de contracción).
Estiramiento: Flexibilidad y agilidad muscular
Las
fibras musculares son incapaces de alargarse, o estirarse, por sí solas. Para
que se produzca el alargamiento debe recibirse una fuerza exterior al músculo
mismo. Entre esas fuerzas están la fuerza de la gravedad, la fuerza del momento
(movimiento), la fuerza de músculos antagónicos (contrarios) ejercida sobre el
lado opuesto de la articulación, y/o la fuerza ejercida por otra persona o por
alguna parte del propio cuerpo del individuo. Esto último puede lograrse
mediante una fuerza impulsora o de repulsión, ya sea en forma manual o mediante
la utilización de un equipo especial. En todos los casos, el resultado que se
obtiene es el mismo: imprimirle flexibilidad y agilidad a los músculos evitando
contracturas y acortamientos.
El
incremento de la flexibilidad mejora la conciencia del propio cuerpo. Así, el
estiramiento muscular estimula la irrigación sanguínea y el metabolismo de los
músculos y del tejido conjuntivo. Además, se disminuye el riesgo de sufrir
lesiones, porque la musculatura, los tendones y otras estructuras del aparato
locomotor ganan elasticidad progresiva. Los músculos pueden entrenarse en el
aspecto de la fuerza con un mayor recorrido de trabajo, ya que las
articulaciones gozan de una mayor amplitud de movimiento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario