La edad
a la que comienzan estos cambios en los músculos es muy variable. También
varían en grado, dependiendo de los músculos implicados y de su grado de
utilización cuando uno envejece. Si bien es cierto que el número de células
nerviosas en el sistema músculo esquelético decrece con la edad, puede
acentuarse velozmente con un nivel de inactividad total luego de los 30 años de
edad. Por último, cuando se produce la atrofia de las fibras musculares, tiene
lugar la sustitución del tejido adiposo y fibroso (colágeno). En conjunto,
estos cambios parecen ser responsables hasta cierto punto de la flaccidez y
pérdida de la figura que registran muchas personas adultas.
Sedentarismo: El círculo vicioso de la inactividad
La
falta de movimiento corporal disminuye posteriormente la capacidad de adaptación
a la actividad física, entrando así en un círculo vicioso. Al mismo tiempo, la
proporción de grasa es cada vez mayor en relación con los demás tejidos, aunque
no necesariamente se registre un incremento de peso corporal, ya que disminuye
el tejido muscular y aumenta el adiposo.
Si una persona realiza habitualmente un trabajo sedentario (como estar sentado frente a una computadora), y un día corre o camina unos kilómetros sin haber realizado un entrenamiento previo, pasará los días siguientes con dolores y molestias. Esta falta de estado luego se traslada a los movimientos más sencillos (como subir una escalera o cargar una caja con libros).
La inactividad física o corporal acarrea además ciertas disfunciones orgánicas: estreñimientos, várices, propensión a la inflamación de los órganos abdominales (provocada por distensión de los músculos debilitados de la pared abdominal), sensación de fatiga y falta de vitalidad. Por ejemplo, muchos dolores de espalda que no tienen origen en traumatismos o enfermedades se deben a la debilidad de los músculos de esa zona, que se contraen de forma casi permanente. Frecuentemente, un simple esfuerzo por conservar erguida la espalda representa para la persona sedentaria una exigencia mayor de la que sus músculos son capaces de resistir.
Si una persona realiza habitualmente un trabajo sedentario (como estar sentado frente a una computadora), y un día corre o camina unos kilómetros sin haber realizado un entrenamiento previo, pasará los días siguientes con dolores y molestias. Esta falta de estado luego se traslada a los movimientos más sencillos (como subir una escalera o cargar una caja con libros).
La inactividad física o corporal acarrea además ciertas disfunciones orgánicas: estreñimientos, várices, propensión a la inflamación de los órganos abdominales (provocada por distensión de los músculos debilitados de la pared abdominal), sensación de fatiga y falta de vitalidad. Por ejemplo, muchos dolores de espalda que no tienen origen en traumatismos o enfermedades se deben a la debilidad de los músculos de esa zona, que se contraen de forma casi permanente. Frecuentemente, un simple esfuerzo por conservar erguida la espalda representa para la persona sedentaria una exigencia mayor de la que sus músculos son capaces de resistir.
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