miércoles, 26 de febrero de 2014

Músculos e inactividad: Una combinación poco saludable



Permanecer inactivos no es una cuestión de estilo de vida, sino más bien de salud. El proceso natural de envejecimiento genera una disminución casi imperceptible en las funciones normales del músculo. Esto incluye fuerza muscular, resistencia, agilidad y flexibilidad. Pero cuando esto se combina con la falta de estado físico provocado por la inactividad o se complica con una enfermedad o lesiones, estas funciones decaen con rapidez. Fisiológicamente, uno de los cambios degenerativos más notable asociado con el envejecimiento es la atrofia progresiva, o reducción, de la masa muscular. Esto se debe a la pérdida, tanto en tamaño como en número, de las fibras musculares.
La edad a la que comienzan estos cambios en los músculos es muy variable. También varían en grado, dependiendo de los músculos implicados y de su grado de utilización cuando uno envejece. Si bien es cierto que el número de células nerviosas en el sistema músculo esquelético decrece con la edad, puede acentuarse velozmente con un nivel de inactividad total luego de los 30 años de edad. Por último, cuando se produce la atrofia de las fibras musculares, tiene lugar la sustitución del tejido adiposo y fibroso (colágeno). En conjunto, estos cambios parecen ser responsables hasta cierto punto de la flaccidez y pérdida de la figura que registran muchas personas adultas. 

Sedentarismo: El círculo vicioso de la inactividad

La falta de movimiento corporal disminuye posteriormente la capacidad de adaptación a la actividad física, entrando así en un círculo vicioso. Al mismo tiempo, la proporción de grasa es cada vez mayor en relación con los demás tejidos, aunque no necesariamente se registre un incremento de peso corporal, ya que disminuye el tejido muscular y aumenta el adiposo.
Si una persona realiza habitualmente un trabajo sedentario (como estar sentado frente a una computadora), y un día corre o camina unos kilómetros sin haber realizado un entrenamiento previo, pasará los días siguientes con dolores y molestias. Esta falta de estado luego se traslada a los movimientos más sencillos (como subir una escalera o cargar una caja con libros).
La inactividad física o corporal acarrea además ciertas disfunciones orgánicas: estreñimientos, várices, propensión a la inflamación de los órganos abdominales (provocada por distensión de los músculos debilitados de la pared abdominal), sensación de fatiga y falta de vitalidad. Por ejemplo, muchos dolores de espalda que no tienen origen en traumatismos o enfermedades se deben a la debilidad de los músculos de esa zona, que se contraen de forma casi permanente. Frecuentemente, un simple esfuerzo por conservar erguida la espalda representa para la persona sedentaria una exigencia mayor de la que sus músculos son capaces de resistir.

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