En este sentido, debes identificar los
denominados alimentos “malos” para restringir su consumo y reemplazarlos por
otros más saludables y nutritivos. Para ello reduce el consumo de carnes rojas,
productos lácteos enteros y comidas fritas. Procura reemplazar la sal y los
aditivos artificiales (mostaza, mayonesa, ketchup, salsa golf, etc.) por
hierbas y especias frescas. Evita, además, todos los alimentos que contienen
aditivos, colorantes y conservantes, como los instantáneos, precocidos,
enlatados y deshidratados. Los productos ahumados, embutidos y procesados
también son nocivos para la salud, ya que contienen enormes cantidades de grasa
y azúcar, pero escasa cantidad de nutrientes esenciales (como vitaminas y
minerales).
Alimentos que llenan,
pero no alimentan
Al igual que los alimentos ricos en grasas y
azúcares, existen otros que aportan calorías vacías que sólo se acumulan en el
cuerpo, restando energía y ofreciendo una fugaz sensación de placer. Tal es el
caso de la cafeína, incluida en el café, té, preparados de cacao y ciertas
bebidas gaseosas. Por eso debes limitar su consumo reemplazándola por jugos de
frutas, infusiones de hierbas y batidos naturales. Las bebidas calientes sin
cafeína (como la malta o cebada torrada) son excelentes sustitutos del café, y
pueden acompañarse con leche descremada.
Por otro lado, debes moderar el consumo de
alcohol, sobre todo de aquellas bebidas que poseen una importante graduación
alcohólica. El alcohol, en exceso, es altamente nocivo para la salud y puede
llegar a producir una adicción fatal. Además, su valor energético es alto en
oposición a su nulo aporte de nutrientes. De ahí que, los bebedores de cerveza
u otras bebidas cargan consigo una visible cantidad de grasa acumulada,
principalmente en la zona del abdomen.
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