A medida que se avanza con la práctica,
tenemos la oportunidad de percibir el interior de nuestro cuerpo y de
conectarnos con lo exterior, con la naturaleza. De esta forma, mediante el
ejercicio regular se incrementa la capacidad de captar los seres, el mundo y la
energía del universo. La práctica habitual del Qi Gong nos permite desarrollar
una percepción sutil del entorno y recuperar la capacidad, latente en nuestro
interior, de sentir la naturaleza, las estrellas, el sol, la tierra y el cielo,
para alimentarnos de su energía y vivir en armonía con nosotros mismos y con
quienes nos rodean.
Las energías de la Naturaleza
La práctica regular de Qi Gong puede imprimir en nosotros los reflejos
de la sensibilidad que nos conecta al entorno, con la tierra así como con el
cielo, por lo cual se presenta la posibilidad de entrar en conexión con el
universo entero a pesar de todo, incluso si la práctica se da en un lugar
cerrado y rodeado de edificios. Los ejercicios y movimientos del Qi Gong se
fundan en un conocimiento profundo y milenario del hombre y de la naturaleza,
derivando al mismo tiempo de la sabiduría taoísta. Todos estos conocimientos
vienen sobre todo alimentados por la enorme capacidad observadora de la
naturaleza que tiene el pueblo oriental.
El Qi Gong considera a la Naturaleza como una gran perfección, en cuyo
seno actúan diversas fuerzas opuestas y complementarias como el yin y el yang.
Hecho a imagen y semejanza de ella, el hombre también contiene aspectos yin y
yang, y vive entre la tierra que es yin, y el cielo, que es yang. En este
sentido, la tendencia natural es buscar un equilibrio saludable (tanto físico
como mental) entre estas energías que interactúan en todos los niveles de la
existencia del ser humano, tanto interior como exteriormente.
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