lunes, 10 de febrero de 2014

Qi Gong: Hacia un estado de bienestar total



Los beneficios del Qi Gong tardan un tiempo en percibirse, puesto que sus ejercicios se basan en la estimulación de nuestras capacidades regenerativas y autosanadoras. En términos generales, se requiere un tiempo de práctica continuado y constante (después del primer mes se pueden empezar a sentir sus ventajas). Los ejercicios del Qi Gong son fundamentalmente movimientos lentos, relajados y suaves. Con su práctica se procura progresivamente eliminar todas las contracturas del cuerpo, profundizando así un ritmo de respiración más lento. Esta demostrado que cuanto más se practica, más mejora nuestra salud.
A medida que se avanza con la práctica, tenemos la oportunidad de percibir el interior de nuestro cuerpo y de conectarnos con lo exterior, con la naturaleza. De esta forma, mediante el ejercicio regular se incrementa la capacidad de captar los seres, el mundo y la energía del universo. La práctica habitual del Qi Gong nos permite desarrollar una percepción sutil del entorno y recuperar la capacidad, latente en nuestro interior, de sentir la naturaleza, las estrellas, el sol, la tierra y el cielo, para alimentarnos de su energía y vivir en armonía con nosotros mismos y con quienes nos rodean. 

Las energías de la Naturaleza

La práctica regular de Qi Gong puede imprimir en nosotros los reflejos de la sensibilidad que nos conecta al entorno, con la tierra así como con el cielo, por lo cual se presenta la posibilidad de entrar en conexión con el universo entero a pesar de todo, incluso si la práctica se da en un lugar cerrado y rodeado de edificios. Los ejercicios y movimientos del Qi Gong se fundan en un conocimiento profundo y milenario del hombre y de la naturaleza, derivando al mismo tiempo de la sabiduría taoísta. Todos estos conocimientos vienen sobre todo alimentados por la enorme capacidad observadora de la naturaleza que tiene el pueblo oriental.
El Qi Gong considera a la Naturaleza como una gran perfección, en cuyo seno actúan diversas fuerzas opuestas y complementarias como el yin y el yang. Hecho a imagen y semejanza de ella, el hombre también contiene aspectos yin y yang, y vive entre la tierra que es yin, y el cielo, que es yang. En este sentido, la tendencia natural es buscar un equilibrio saludable (tanto físico como mental) entre estas energías que interactúan en todos los niveles de la existencia del ser humano, tanto interior como exteriormente.

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