Existe un grupo de alimentos que tienen características nutritivas que los colocan en una categoría que yo denomino con el nombre de “pesados”. Los alimentos pesados poseen un perfil nutricional poco saludable ya que aportan muchas calorías a través de grasas saturadas, azúcares, y carecen de fibra alimentaria, vitaminas y agua. Aunque algunos están aditivados con micronutrientes (vitamina A, Hierro, Calcio, entre otros), son tan calóricos que no puede concebirse su consumo en una dieta realmente saludable. Lo paradójico de todo es que los alimentos pesados suelen conformar un gran porcentaje de la dieta diaria en la mayoría de las personas, sobre todo las que viven en Occidente.
No necesariamente un alimento pesado es el opuesto de un alimento dietético o light, pues existen versiones más livianas de los alimentos pesados más populares.
Lo que convierte a un alimento en pesado es la composición de nutrientes que aporta, y por sobre todo que contiene carbohidratos refinados sin nada de fibra. Es cierto que alimentan, pero si no se limita o controla su consumo, es muy fácil excederse en calorías y grasas saturadas. El exceso de calorías redunda en problemas de peso, mientras que el exceso de grasas saturadas provoca trastornos cardiacos. Es por esto, un alimento que sea pesado no incide sólo en la balanza, sino también en la salud, un aspecto que debe tenerse muy en cuenta.
Además la ingesta de alimentos pesados produce una lenta digestión, pesadez estomacal, cansancio, flatulencias y mal humor. Una combinación de síntomas que nada tiene que ver con sentirse vital y pleno. Precisamente los alimentos pesados carecen de vitalidad y eso condiciona nuestra calidad de vida.
La lista de los “alimentos pesados” la encabezan todos los productos de panadería, bollería y pastelería, entre los que se destacan las donas (donuts), los croissants, los brownies, las tortas con nata y chocolate, y los pasteles. También son considerados pesados los alimentos fritos (tipo nuggets), las pastas rellenas (con salsa con carne, nata y queso rallado), los estofados de carne (tipo guisos), los estofados de arroz precocidos, las galletas dulces rellenas, los bombones y los chocolates con leche, y la comida rápida. Muchos platos se convierten en pesados por el método de cocción (fritado) o por los ingredientes que contienen (como el caso de las tortas y pasteles).
El punto en común de todos estos alimentos es que son muy ricos en grasas saturadas (de origen animal), algunos en azúcar (carbohidratos simples) y otros en sodio (en el caso de los estofados precocidos). Su digestión demanda mucho trabajo al organismo, y por poseer carbohidratos sin fibra se degradan rápidamente en glucosa, provocando que el cuerpo libere insulina rápidamente desde el páncreas, para bajar el nivel de azúcar en sangre. Luego esa baja produce cansancio y la necesidad de comer algo dulce o harinoso nuevamente. Es decir, que los alimentos pesados suelen alentar un círculo vicioso que quita vitalidad y energía al cuerpo. Todo ello se suma además al excedente de calorías que los alimentos pesados poseen, sobre todo a partir de la gran cantidad de grasas y azúcares que contienen.
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