jueves, 8 de mayo de 2014
Asociaciones: Una forma de estimular la memoria
Las asociaciones no son más que representaciones de acontecimientos, personas y lugares que se forman cuando el cerebro decide vincular distintos tipos de información, sobre todo si es probable que ese vínculo sea útil en el futuro. La materia prima para las asociaciones se genera principalmente en los cinco sentidos, pero también puede consistir en pistas emocionales o sociales. El cerebro toma en cuenta diversos elementos para decidir si quiere forjar o no esas conexiones mentales. Por ejemplo, si algo estimula a dos o más sentidos prácticamente a la vez, como la vista, el olfato y el gusto de un huevo frito, el cerebro establecerá un vínculo casi automático entre esas sensaciones. Éste es esencialmente nuestro proceso de aprendizaje.
El ejemplo clásico de vinculación asociativa que se enseña en la introducción a la psicología es el de los experimentos con perros de Pavlov. Normalmente, los perros salivan al ver comida. Pavlov hacía sonar una campanilla cuando daba de comer a los animales. Después de unos días, bastaba con hacer sonar la campanilla para que éstos salivasen, aunque no hubiera comida.
Aquellos perros habían establecido una asociación, una conexión dentro de su cerebro, para que un estímulo sensorial determinado (la campanilla) significara comida. En consecuencia, el sonido hacía que el cerebro enviara instrucciones a las glándulas salivares y las preparara para la comida.
Asociar para aprender
Los seres humanos son capaces de un aprendizaje mucho más sofisticado y abstracto, menos vinculado a estímulos externos o a recompensas. Si tomamos de ejemplo el aprendizaje del lenguaje, veremos que un niño aprende a hablar asociando un particular conjunto de sonidos con un comportamiento, persona u objeto determinado (independientemente de que haya o no una recompensa explícita).
Una vez formadas esas asociaciones permanecerán en el cerebro en forma de memoria, a la que se recurrirá en cuanto se vuelva a experimentar el estímulo original. Si nos detenemos a pensarlo, es algo bastante asombroso, ya que una experiencia sensorial determinada puede cambiar de manera permanente el cableado de parte de nuestro cerebro.
La manera más práctica de entrenar la memoria consiste precisamente en elaborar ejercicios que requieran la asociación de situaciones, personas u objetos determinados con los cinco sentidos sensoriales del cuerpo: vista, oído, olfato, tacto y gusto. Es muy común que cuando nos presentan a una persona, sólo la registremos con la vista, pero la experiencia cambia cuando empleamos además los otros sentidos.
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