Una dieta basada en un alto consumo de alimentos ricos en
hidratos de carbono refinados y azúcares (como azúcar blanco, pan blanco,
pastelería, dulces, golosinas, galletas dulces, entre otros) y un consumo sin
control de grasas saturadas (lácteos enteros, manteca, carne roja con grasa,
carne de aves con grasa, alimentos fritos), junto con una escasa o inexistente
actividad física regular, genera una progresiva acumulación de grasa,
principalmente en la zona del abdomen. Si a esto se le suma un consumo habitual
de bebidas alcohólicas (cerveza, whisky, vino) y actitudes sedentarias
acompañadas de un estilo de vida inactivo, la situación respecto al abdomen
empeora. Todo ello -sobre todo una nutrición inadecuada- provoca trastornos de
ansiedad por seguir comiendo más de lo mismo, falta de energía que reduce la
motivación para comenzar una actividad física y una incipiente despreocupación
por la estética, que revela en realidad una autoestima baja y un estado de
depresión latente.
En realidad se llega a un abdomen prominente como resultado
de un deficiente proceso metabólico inducido por una incorrecta planificación
nutricional diaria y una falta de interés por el ejercicio físico regular. Para
ser más claro, cuando se consume una gran cantidad de alimentos que aportan
azúcares simples provocan que el nivel de azúcar en sangre suba rápidamente. El
cuerpo reacciona liberando insulina y el azúcar que no se utiliza como energía
se termina acumulando como grasa corporal. Al bajar abruptamente el nivel de
azúcar, el cuerpo se siente fatigado y con hambre por comer nuevamente cosas
dulces o harinosas. Nuevamente al ingerir alimentos ricos en azúcares simples,
el ciclo se repite. Este altibajo continuo en los niveles de azúcar en sangre
provocado por una inadecuada planificación nutricional, no sólo produce
problemas de peso y grasa abdominal, sino también puede desencadenar trastornos
crónicos como hipoglucemia y diabetes. También influyen los períodos
prolongados sin ingerir alimentos; es recomendable comer poco muchas veces al
día que comer mucho en una o dos comidas.
La falta de energía que el cuerpo padece por la repetida
baja de azúcar en sangre genera un cansancio continuo. Esto hace que cueste
mucho ejercitarse o comenzar un estilo de vida más activo. Sin embargo el ciclo
puede revertirse en poco tiempo si se implementan nuevas estrategias
nutricionales planificadas en base a alimentos o comidas (combinación de
alimentos) que se liberen lentamente en el torrente sanguíneo. Al mantener un óptimo
nivel de azúcar en sangre desaparece de inmediato la ansiedad por comer cosas
dulces, evitando un exceso innecesario de calorías en la alimentación diaria.
Esto permite mantener un peso saludable sin una acumulación extra de grasa en
el cuerpo.
Los malos hábitos alimenticios justificados por
un ritmo de vida acelerado convierten al hecho de comer en el factor
responsable del deterioro del cuerpo, tanto externo como interno. No es normal
ni natural que con el paso de los años el abdomen aumente su tamaño en forma
desproporcionada al resto del cuerpo. Mientras el vientre crece, los brazos y
las piernas reducen su tamaño y tono muscular, y el cuerpo pierde así sus
formas y proporciones naturales y la posibilidad de quemar calorías en estado
de reposo. Si se adoptan conductas más saludables y activas sin alterar el
estilo de vida de cada uno, es decir, pequeños ajustes que permanezcan en el
tiempo, el cuerpo con un peso ideal y una forma esbelta aparece naturalmente,
porque así está concebida la fisonomía del ser humano.
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