También estrenar
zapatos o ir sin medias con un calzado que oprima, de piel dura o poco
confortable, puede provocar la aparición de una ampolla. Evita que cualquier
rozadura te haga una herida utilizando de forma preventiva un apósito de
protección cuando presientas la molestia. Si la ampolla ya se ha formado, el
apósito alivia el dolor reduciendo la presión directa del zapato sobre la
herida y favoreciendo su cicatrización.
Los dolorosos “callos”
Los callos se forman por
la presión y el roce en zonas con durezas. Son frecuentes donde existen
prominencias óseas. Por el tipo de calzado utilizado, tienen mayor incidencia
en las mujeres. Pueden ser duros (en la parte superior o inferior de los dedos
y en la planta) o blandos (entre los dedos).
Para que no lleguen a
doler, cosa que ocurre cuando el núcleo del callo crece hacia capas más
profundas y sensibles de la piel, hay que amortiguar la presión: utiliza un
calzado adecuado, hidrata la epidermis y ablanda la dureza colocando un apósito
que facilite su eliminación. Por su parte, la textura acolchada de los anillos
protectores alivia las molestias reduciendo el daño que producen al contacto
con el calzado.
Ejercicios tonificantes
Para los músculos: de pie sobre un libro o un escalón, con los
dedos sobresaliendo del borde, dóblalos con fuerza hacia abajo y, después,
súbelos todo lo que puedas (hazlo 10 veces).
Para las articulaciones: con un pie en el suelo, soportando todo el
peso del cuerpo, levanta el talón del otro pie hasta que los dedos formen un
ángulo recto con la planta. Levántalo más hasta que sólo se apoye sobre las
puntas de los dedos y vuelve a la posición inicial (repítelo cinco veces).
Para afinar los tobillos: tumbada o sentada, con las piernas estiradas
hacia delante y las rodillas tensas, haz círculos hacia fuera arqueando los
pies (10 veces).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario