El estado de vulnerabilidad emocional cuya inmediata solución se encuentra en el acto de comer, puede ser el resultado de un aprendizaje inconsciente de determinadas actitudes que tienen los padres frente a los hijos: cuando un bebé llora la mamá le da de comer para que se calme, cuando un niño se lastima el mejor aliciente es una golosina, y así continúa la lista de acontecimientos que encuentran consuelo en la comida. De esta forma es como muchas personas aprendieron a encontrar una respuesta poco propicia a sus problemas cotidianos.
Es importante que cada uno analice cuáles son las situaciones más peligrosas que desembocan en una irrefrenable ansiedad por comer. Éstas pueden estar relacionadas con aspectos internos como emociones, actitudes y pensamientos, o aspectos externos como problemas de comunicación e interrelación con las demás personas. Identificar la causa del problema es clave para poder enfrentarlo y tomar medidas para erradicarlo de manera definitiva. Reiterados excesos de comida terminan generando muchos trastornos de salud, y lo peor de todo, es que no solucionan el problema de ansiedad que los origina.
En general, comer en exceso encuentra una explicación en cinco situaciones de estrés: ansiedad o nervios, soledad, tensión, aburrimiento y preocupación por la dieta. Al mismo tiempo que se intenta descubrir el origen del problema, es necesario atacar de pleno las consecuencias inmediatas que genera, como por ejemplo el sobrepeso. Esto permite romper con el círculo vicioso que se establece entre la ansiedad por comer y la gordura. Y hasta tanto se resuelva el problema de raíz, conviene elegir durante un ataque de ansiedad los alimentos más livianos, con más fibra y nutrientes. Aunque no suelen saciar tanto como los alimentos pesados, nos ayudan a evitar problemas posteriores que se evidencian en la balanza.
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