Consejos para un consumo razonable
Antes de considerar un consumo razonable de “alimentos pesados” es preciso comprender que todo alimento rico en grasas saturadas, azúcares y sodio de por sí no es un alimento saludable. Aunque aporte nutrientes, el exceso de estos tres componentes convierte a un alimento en potencialmente “tóxico” para el cuerpo. Por lo que de antemano hay que establecer un modo de limitar su consumo al mínimo, o directamente no considerarlos como parte de la dieta diaria.
Desde un punto de vista más sensato, y comprendiendo además que los alimentos generan placer y no es necesario prescindir de los sabores más gustosos al paladar, los alimentos pesados deberían constituir hasta un 10-15% de los alimentos consumidos al día. La manera de determinar este porcentaje es a través de las calorías que aportan, y en una dieta promedio de 2200 calorías, estamos hablando de 220 a 330 calorías proveniente de este tipo de alimentos. Por lo que en la práctica el consumo debe ser muy escaso, basta sólo ver las etiquetas de alguno de ellos para darnos cuenta de que la mayoría supera con creces ese valor calórico.
La otra forma de limitar el consumo de alimentos pesados es utilizando un mecanismo de compensación, por ejemplo, si un día no excedemos en su consumo, los días siguientes optamos por una dieta más frugal y liviana. Así el cuerpo puede compensar los excesos y volver a recuperar un estado de equilibrio saludable. Esta práctica nos permite siempre comer de todo, sólo que con un criterio de sentido común que nos ayuda a identificar un exceso de comida, para luego subsanarlo con alimentos livianos. No es necesario dejar de lado todo o de adoptar una dieta insípida, al contrario, se trata de balancear el consumo de determinados alimentos, como el caso de los “pesados”.
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