Por
otra parte, ciertos excesos calóricos pueden compensarse con comidas más
frescas y saludables. Una copa con un
postre de dos pisos lleno de nata (crema), frutas y helado puede equilibrarse con una
cena frugal, sin una pizca de azúcar, regada con agua mineral. Si tomamos en
cuenta que panes, postres y otras tentaciones contienen gran cantidad de ácidos
grasos saturados de los que no hay que abusar, después de comerlos sería bueno
que nos controláramos con las grasas de origen animal (saturadas) durante unos
días. Parece complicado, pero en realidad es bastante sencillo: este proceso,
mucho más automatizado e intuitivo, es el que practicamos casi todos los días
de manera inconsciente, para conservar la salud del organismo.
Hábitos que atentan contra
nuestro peso
Seguir
estrictamente y sin razonar una dieta basada en productos dietéticos, puede
conducirnos a adoptar hábitos que atentan directamente contra nuestra silueta y
nuestra salud. Los errores más frecuentes son:
• No
consumir fibra a partir de vegetales crudos o legumbres por considerar que las
ingerimos al comer tostadas sintéticas de salvado o harina integral.
• Reemplazar
el azúcar por productos dietéticos con fructosa; ambos poseen el mismo nivel
calórico.
• Pensar
que todo lo que se vende como natural es auténtico o creer todas las bondades
dietéticas de las promociones.
• Contar
las calorías de cada alimento que ingerimos sin considerar el gasto de energía
que produce una actividad física regular.
• No
respetar las indicaciones de los productos: no es lo mismo comer una galletita
integral que el paquete entero. Muchos consideran que por ser dietéticos se
pueden consumir indiscriminadamente.
• Consumir
litros de bebidas dietéticas y desconocer que tienen calorías, pues igual que
las normales aumentan el apetito e hinchan el vientre a causa de las burbujas.
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