Aceptación de la persona: Es decir, verse tal y como se es. Bajo y de
constitución fuerte o un poco relleno. Se puede evitar llegar a ser gordo
cuidando la alimentación, pero nunca se podrá lograr añadir un palmo al
esqueleto. Sólo desde el conocimiento profundo de uno mismo, se pueden tomar
decisiones que revisen el guión de nuestra vida. Este punto implica partir de
cómo somos para sacar partido a lo que ya tenemos.
Vivir en armonía: Al reflexionar sobre uno mismo y el entorno, se
descubren personas o situaciones que provocan desasosiego. La fórmula consiste
en espaciarlas con tacto y enfrentarse a ellas con enfoque positivo. Delimitar el
terreno en el que uno se mueve y cuáles son los temas de los que no se quiere
hablar.
Orden y planificación: Hay que aprender a distinguir lo urgente de lo
importante. Muchas personas prestan más atención a su trabajo que a su cuerpo y
su mente. Es el momento de marcarse objetivos concretos: actualizar el inglés
olvidado, iniciar una afición para la que nunca hay tiempo, etcétera. Con orden
y planificación se ahorrará mucho tiempo y se ganará en bienestar.
Práctica deportiva: No consiste en lanzarse al aeróbic de forma
desbocada sino en introducir paulatinamente ejercicios para lograr la
reeducación postural errónea que mantenemos de forma cotidiana: sentarse mal,
caminar peor o dormir de forma incorrecta. Además, la ruptura de la actual vida
sedentaria puede comenzar con actividades físicas suaves como pasear, montar en
bicicleta o caminar por la montaña.
Alimentación equilibrada: Un desayuno consistente (en el que no falten
los lácteos, los cítricos y las proteínas) debe de ir obligatoriamente
secundado de una comida suficiente, pero sin excesos, que no obligue a una
digestión pesada con la consiguiente merma de la capacidad intelectual vespertina.
En la cena, se debe ser muy selectivo e incluir un primer plato con pocas
calorías (a continuación vamos a descansar) como verduras y ensaladas, y elegir
proteínas con poco colesterol, básicamente pescados.
Descanso reparador: El período de sueño es insustituible. No hay
alimento ni vitamina que pueda reemplazarlo. El descanso necesario pasa por
unas seis a ocho horas diarias, a ser posible por la noche, y si no se realiza se debe
intentar recuperar con una breve siesta, que siempre ayuda a liberar tensiones.
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