Los
médicos árabes ya lo usaban como remedio en los siglos XI y XII. Desde la Edad
Media los boticarios europeos elaboraban zumos para las intoxicaciones y
desórdenes renales. La raíz en parches y compresas se utilizaba para la
inflamación de ojos y el cuidado de la piel. E1 agua destilada se ingería
contra la fiebre y la tos. También se utilizó esta planta para enfermedades de
la matriz en la mujer. Su principal virtud es la de limpiar el organismo de
agentes tóxicos.
Radiografía de una planta increíble
El
diente de león es una planta pequeña, compositi‑flora de hojas basales, verde
clara de bordes muy recortados y dentados (de allí su nombre popular). La forma
y el tamaño de las hojas varían mucho, dependiendo del lugar donde crecen. Se
ubican en coronas de cuyo centro crecen los tallos que contienen un jugo
lechoso. La altura varía desde 10 hasta 50 cm. Las flores son amarillas y se
destacan en los caminos entre los pastos porque se mantienen abiertas cuando
brilla el sol.
En
verano, la flor de diente de león se convierte en un redondel blanquísimo,
donde se concentran cada una de las semillas con sus pelitos que le sirven para
trasladarse por el aire. Cualquier brisa suave suelta las semillas del tallito
y al volar se diseminan en una gran superficie. Muchos niños utilizan este “plumerillo”
para jugar, ya que al soplarlo, vuelan las semillas en forma de pequeños
paracaídas. De ahí que se lo considere una maleza que invade los jardines y
afea la estética del césped y la gramilla verde. Además, posee una raíz gruesa,
poco ramificada, que puede ser bastante larga y que contiene una leche muy
blanca y de sabor muy amargo.
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