Algunos
nutricionistas afirman que un sándwich simple, preparado con el tipo de pan
adecuado (integral, salvado o centeno) y que no contenga condimentos grasos
(mayonesa, mostaza o ketchup), puede constituir un almuerzo sano y equilibrado,
siempre y cuando el desayuno y la cena sean completos. Asimismo, el emparedado
puede formar parte de un menú para conservar la silueta, ya que existen
variedades de verdura sin fiambres que son realmente muy livianos y pobres en
calorías. En este sentido, la creatividad a la hora de armar un emparedado no
tiene límites, pues existen tantas combinaciones posibles como alimentos
cocidos y crudos puedan incluirse en las recetas. Los más tradicionales
combinan algún tipo de fiambre o carne cocida (pollo o ternera) con lechuga,
tomate, huevo y aderezos.
El pan, la base de todo emparedado
Para
hacer un sándwich es necesario seleccionar previamente el pan a utilizar y
luego el relleno que pueda sostenerse dentro de la contextura del mismo. En
este sentido, el mejor pan es el que pueda masticarse a fondo, es decir, el que
resulta crujiente. El que tiene demasiada miga (árabe, de manteca, de molde, de
campo), o el que tiene que calentarse previamente y casi no se mastica, resulta
menos digerible y no calma tanto el apetito, por lo que es necesario comer una
mayor cantidad.
En
general, los mejores panes para la elaboración de emparedados son los que
tienen poca miga y mucha corteza, como el pan francés. Y si son integrales,
mucho mejor. Entre los panes de molde, los preferibles son los integrales o de
centeno con grano, que resultan crujientes al masticarlos. Sin embargo, muchas
personas prefieren los emparedados calientes o tostados frente a los frescos,
ya que los encuentran más deliciosos y apetecibles.
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