El
empleo del agua como terapéutica curativa, conocido genéricamente como
hidroterapia, se propone como un medio directo e instantáneo capaz de provocar
cambios orgánicos más o menos importantes. Estos cambios o modificaciones que
produce la aplicación controlada del agua en el cuerpo, se conocen como
“reacciones” y se dan en tres planos: nervioso, circulatorio y térmico.
Asimismo, para describir estas reacciones es preciso puntualizar los conceptos
de agua en fría, caliente y templada, de acuerdo a las siguientes temperaturas:
• Agua
muy fría, de 8 a 12° C.
• Agua
fría, de 12 a 16° C.
• Agua
fresca, de 16 a 20° C.
• Agua
quebrantada, de 20 a 26° C.
• Agua
templada, de 26 a 30° C.
• Agua
caliente, de 30 a 40° C.
• Agua
muy caliente, más de 40º C.
En
primer plano, la “reacción nerviosa” es una reacción que oscila según la
temperatura del agua. Con el empleo del agua fría se excita en su más alto
grado la sensibilidad periférica y especialmente los vasos superficiales, lo
que hace que el sistema nervioso recobre y aumente su tono, es decir que se
trata de una reacción tónica. El agua muy caliente, al igual que el agua fría,
excita sin llegar a poseer la acción tónico‑sedativa en la misma intensidad. Por
su parte, el agua caliente produce sobre el sistema nervioso un efecto menos
marcado, más agradable , suave y sedante, con el efecto de contrapresión. Y el
agua templada carece de excitación, produce una acción sedante y ligeramente
tónica.
Hidroterapia con efectos en el sistema circulatorio
La
reacción circulatoria que produce la hidroterapia en el cuerpo se basa en
producir, según la temperatura del agua, unas modificaciones que van de la
vasoconstricción a la vasodilatación. Al contacto con el agua fría, los vasos
sanguíneos periféricos se contraen, la piel se vuelve pálida y el corazón
reduce sus latidos, aumentando la presión arterial. Al cabo de unos momentos,
la piel enrojece, disminuye la presión arterial y el corazón acelera sus
latidos. A esta reacción circulatoria se le atribuye erróneamente “el corte de
la digestión” y la leyenda de no bañarse hasta después de dos o tres horas
posteriores a la comida, para que se efectúe la digestión. Lo cierto es que la
digestión normal tiene una duración de entre doce y quince horas, y que el
“corte de la digestión” en realidad se limita a colapsos producidos por la
reacción circulatoria al contacto de la piel con el agua fría.
Por su
parte, con la aplicación de agua muy caliente se producen los dos mismos fenómenos,
primero vasoconstricción con hipertensión y después vasodilatación con hipotensión
más acentuada. Con el agua caliente las modificaciones anteriores son menos
intensas y con el agua tibia o templada no hay alteraciones o son poco
perceptibles las modificaciones circulatorias.
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