El Reiki es una terapia milenaria de origen japonés que
propone un método de autoayuda a través del aprendizaje de imposición de manos.
La vida cotidiana, el estrés y las tensiones diarias provocan un desequilibrio
energético que es necesario reestablecer para conservar la salud tanto física
como mental. Este método de autoayuda no requiere de ningún sistema de creencia
o pensamiento para ser activado y puede ser fácilmente incorporado como
disciplina para poder armonizar nuestro cuerpo en todos sus planos (físico,
mental, emocional y espiritual).
Reiki es un método que particularmente se transmite través de activaciones o “iniciaciones”, por lo que no se puede aprender mirando, copiando o leyendo un libro. Estas activaciones tienen que ser transferidas por un Maestro que haya sido iniciado en el método original, es decir, con las técnicas correctas, el entrenamiento adecuado y una amplia experiencia en la práctica del método. Estas activaciones sintonizan a la persona que las recibe a una frecuencia de “energía vital” notablemente superior que le permite con sus manos transmitirlas para restaurar los desequilibrios de energía (para sí mismo o para otros seres vivos).
Reiki es un método que particularmente se transmite través de activaciones o “iniciaciones”, por lo que no se puede aprender mirando, copiando o leyendo un libro. Estas activaciones tienen que ser transferidas por un Maestro que haya sido iniciado en el método original, es decir, con las técnicas correctas, el entrenamiento adecuado y una amplia experiencia en la práctica del método. Estas activaciones sintonizan a la persona que las recibe a una frecuencia de “energía vital” notablemente superior que le permite con sus manos transmitirlas para restaurar los desequilibrios de energía (para sí mismo o para otros seres vivos).
Cómo actúa el Reiki
Reiki es un concepto formado por dos vocablos japoneses, Rei
y Ki, que se refieren a dos formas de energía que son fundamentales. Rei
(universo, alma, espíritu) y ki (energía vital, chi, prana, mana, energía
bioplásmica). Las dos unidas presentan el concepto de la “Energía Vital
Universal”, que es lo que fluye a través de todo ser vivo.
La conjunción de Rei y Ki da una idea de pertenencia, de ida
y vuelta, de interacción e integración entre una energía superior y una energía
terrena pero que se pertenecen mutuamente. El Reiki se propone como método
curativo y paliativo empleando el acto de imposición de manos sobre el cuerpo
para confortar o aliviar las dolencias o desequilibrios.
En todos los casos, el paciente siempre es el receptor o
destinatario de la energía curativa Rei que le envía el transmisor. El paciente
instruido es quién se cura a sí mismo, con el poderoso apoyo de la energía del
universo. El efecto final de la recepción de la energía Rei en el paciente es
el que facilita que éste haga circular fluidamente su propio Ki, con la
cantidad y calidad necesarias para que pueda vivir saludablemente.
Un ejercicio de Reiki para aplacar los
nervios
Frente a una jornada agotadora, el Reiki propone un
ejercicio básico de relajación, respiración y tacto. Siguiendo las
instrucciones al pie de la letra, se consigue alivio corporal y tranquilidad
mental. Se recomienda llevarlo a cabo por las noches antes de dormir y por las
mañanas antes de saltar de la cama. Con la práctica cotidiana y regular los
días adquirirán otro color.
1. Acostarse boca arriba, con el cuerpo cómodo, los brazos
al costado del torso y los ojos cerrados. Comenzar por prestar atención a la
respiración y seguir su ritmo, percibiendo cómo fluye hacia dentro y hacia
fuera.
2. Luego colocar las manos sobre el cuerpo en el lugar hacia
el que se sientan atraídas o donde se note o perciba la tensión. Emplear la
intuición para encontrar el punto del cuerpo que requiera más relajación.
3. Ahora orientar la atención hacia el lugar de tensión.
Imaginar que se respira a través de él. Visualizar la respiración como la
fuerza de vida universal que fluye a través de uno mismo. Imaginar que se
acumula y se expande bajo las manos. Percibir la sensación de relajación y paz
que se extiende gradualmente desde el punto debajo de las manos hacia el resto
del cuerpo.
4. Cuando hayan pasado unos cinco minutos, situar las manos
en otro lugar del cuerpo y repetir el paso anterior. Puede que se descubra que
la respiración ha cambiado en ese punto. Si es así, simplemente percibirlo y
seguir adelante. Continuar practicando en otros dos lugares del cuerpo y
cargarlos de energía.
5. Al final del ejercicio, abrir los ojos lentamente,
estirarse e incorporarse de a poco al estado de conciencia normal.
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