viernes, 10 de mayo de 2013

Métodos para canalizar la agresividad




Ciertamente, en esta época hiperconectada y caótica en que vivimos, quien más o quien menos necesita algún elemento o rito que le ayude a descargar la violencia y agresión que se acumulan tanto en el cuerpo como en la mente.
Día tras día, las preocupaciones, el cansancio o el simple hecho de convivir con personas de costumbres diferentes (y hasta opuestas) a las nuestras, nos ponen los nervios de punta. Cuando no es la vecina que quiere convertir a su pequeño monstruo en un Mozart a costa de nuestros oídos, es el jefe, que llega con una nueva y absurda manía, quien nos lleva al límite de la resistencia. Pues la convivencia, por sí sola, ya genera tensiones.

Sobrevivientes agresivos

En mayor o menor medida, todos somos agresivos y violentos. Hasta aquel que “no mata ni una mosca” arranca alegremente una lechuga -que está viva- para hacerse una ensalada, o exprime un limón sobre la ostra sin ningún cargo de conciencia. Si no fuéramos capaces de matar seríamos, desde luego, incapaces de sobrevivir. No es la capacidad de violencia en sí lo peligroso, sino el efecto que puede producir su desbordamiento, su descontrol. La violencia está latente en nosotros y la cuestión es qué hacer con ella.
Si bien hay personas que prefieren estropearse el estómago con una úlcera con tal de mostrar una imagen de cordura y urbanidad, hay otras que, sin llegar a la cárcel por homicidio, exteriorizan la violencia acumulada de múltiples e inofensivas maneras. A modo de ejemplo, expongo algunas de ellas que todos podemos llevar a cabo:

  • La actividad física es una de las mejores maneras. Un buen partido de squash, dando raquetazos furiosos a la pelota, puede venir de maravilla. Más aún si has pintado en la bola la cara de tu peor enemigo. También una sesión de spinning o boxing son excelentes opciones para descargar la “furia” acumulada.
  • Los japoneses han resuelto los problemas de tensiones en el trabajo creando en algunas fábricas una habitación en la cual hay un saco de arena con la cara del jefe pintada en ella. De última puedes hacerlo en tu casa.
  • Si un superior te ha maltratado, no dudes ni un instante en sacarle la lengua por la espalda o hacerle la mueca más despectiva que imagines. Sólo para liberarte, no como una práctica habitual.
  • Si quienes conviven contigo te han dejado la cocina hecha un desastre, por ejemplo, muy seriamente y sin decir “agua va” agarra un plato y rómpelo contra el piso. También puedes ir a un descampado a romper una docena (aunque sea los económicos, no los de porcelana china).
  • Sigue el consejo de Lizza Minelli en la película Cabaret: si estás cerca de un tren, una catarata, o la máquina de pulir pisos del vecino de arriba (es decir de algo que haga mucho ruido) aprovecha que nadie te oye para pegar una alarido digno de la mejor película de terror.
  • Matar pajaritos de “Angry Birds” en la computadora. El tener que concentrarte en la tarea, puede ayudarte a despejar la mente. A veces es necesario hacer algo que te desconecte completamente de la “realidad”.
  • Ten a mano un juego de dardos. Puedes escoger la variante de poner sobre la diana un monigote que represente a tu peor enemiga.
  • No te tome la vida demasiado en serio; no creas que es tan fácil matar al prójimo. La agresión es el monstruo que todos tenemos encadenado en nuestro sótano. Si somos amables con él, si le sacamos a tomar sol..., comprobaremos que esa bestia es mucho menos peligrosa de lo que imaginamos.

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