Como el
envejecimiento es inevitable, lo mejor para cada etapa de la vida es conservar
un estado óptimo de salud, al menos desde lo físico y orgánico (y por ende lo
mental). Y aunque parezca increíble, nunca es tarde para empezar a mover el
cuerpo y disfrutar de los beneficios que devienen de una actividad física
habitual. No importa la edad, lo que importa son las ganas de comenzar a hacer
algo bueno por el cuerpo.
En el
aspecto físico y deportivo, los factores que deben considerarse para cada etapa
de la vida son la capacidad cardíaca y pulmonar, la fortaleza de los huesos, la
masa y el tono muscular, la grasa corporal, el funcionamiento metabólico y la
flexibilidad de los miembros. Entrenando cada uno de estos factores es como una
persona consigue mejorar su estado y su capacidad para adaptarse al trabajo
físico regular.
El entrenamiento físico a los 20 años
En esta
etapa de la vida, el estado del cuerpo es el reflejo de la actividad física y
deportiva que recibió durante la niñez y adolescencia. Y aunque no hayas sido
un atleta en la pubertad existe la ventaja principal de que el cuerpo aún sigue
creciendo y evolucionando en muchos aspectos. Por eso si realizas en forma
regular una actividad aeróbica (ciclismo, trote o carrera, natación aeróbic,
etc.) mejorarás notablemente tu capacidad cardiovascular fortaleciendo el
corazón y aumentando el poder de tus pulmones.
De los
20 a los 30 años es cuando se alcanza la mayor densidad ósea, por eso además de
una adecuada alimentación que te asegure una ingesta suficiente de calcio,
debes potenciarla a través del ejercicio físico.
Por
otra parte, comienza la pérdida gradual de masa muscular que puede revertirse
con el entrenamiento de la fuerza por medio de ejercicio con pesas o deportes
integrales como el remo, el baloncesto, etc. Asimismo el aumento de masa
muscular disminuye el porcentaje de grasa corporal y provoca un incremento en
el nivel metabólico (el cuerpo quema más calorías cuando está en reposo).
Por último, la práctica de disciplinas como el Yoga o sesiones de estiramiento (stretching) mejoran notablemente la flexibilidad muscular, quizá ausente por una escasa actividad física durante la adolescencia.
Por último, la práctica de disciplinas como el Yoga o sesiones de estiramiento (stretching) mejoran notablemente la flexibilidad muscular, quizá ausente por una escasa actividad física durante la adolescencia.
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