Tratar
los bajones anímicos y los estados depresivos a través del ejercicio físico es
una manera natural de revertir una situación que a veces no encuentra una salida
viable. El ejercicio físico también es útil para tratar problemas de ansiedad y
de carácter que están íntimamente ligados con la personalidad del individuo y
su forma de ver y vivir el mundo y todo lo que lo rodea.
Cuando
una persona lleva a cabo una actividad física libera una importante cantidad de
sustancias químicas en su cuerpo que actúa favorablemente sobre su estado de
ánimo. De acuerdo a los resultados de los estudios realizados al respecto, la
persona que se somete regularmente a un plan de ejercicios físicos (ya sean
aeróbicos o de fuerza) experimenta de inmediato una sensación de bienestar y
plenitud tanto física como mental. Esto sucede porque una actividad saludable
vigoriza y distrae la mente de los problemas estresantes que se presentan diariamente.
Las mejores razones para mover el cuerpo
El
entrenamiento físico genera el espacio necesario para olvidarse al menos por un
tiempo de los problemas cotidianos. Por eso la práctica regular es tan
importante, porque de esta manera la mente encuentra la vía de escape a todas
las preocupaciones a través del trabajo corporal. Los ejercicios físicos no
solucionan los problemas, simplemente ayudan a la persona a tomar una actitud
coherente y serena frente a ellos.
A veces
no es necesario dedicar largas horas a un entrenamiento intensivo para alcanzar
un determinado nivel de fuerza y poder mental, tan sólo unos minutos diarios de
actividad leve o moderada son suficientes para recibir los cimientos de la
calma y la actitud positiva. Además el ejercicio incrementa el autoestima y
genera una imagen de sí mismos ganadora y exitosa que permite tener un absoluto
control sobre los sucesos. Así frente a un fracaso o una situación inesperada
la reacción inmediata es tan firme y contundente que no da lugar a decaer o
deprimirse.
Cuanto
mayor es el tiempo de dedicación a la actividad física, mayores son los deseos
de continuar. Esta necesidad de trabajar el cuerpo genera en sí una especie de
adicción positiva a la práctica saludable. Sin embargo, el secreto está en saber
darle el lugar que se merece el ejercicio, sin llegar a caer en excesos o
prácticas inadecuadas.
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