martes, 29 de abril de 2014

Cuando el contacto con el agua mejora la salud



El empleo del agua como terapéutica curativa, conocido genéricamente como hidroterapia, se propone como un medio directo e instantáneo capaz de provocar cambios orgánicos más o menos importantes. Estos cambios o modificaciones que produce la aplicación controlada del agua en el cuerpo, se conocen como “reacciones”­ y se dan en tres planos: nervioso, circulatorio y térmico. Asimismo, para describir estas reacciones es preciso puntualizar los conceptos de agua en fría, caliente y templada, de acuerdo a las siguientes temperaturas:
• Agua muy fría, de 8 a 12° C.
• Agua fría, de 12 a 16° C.
• Agua fresca, de 16 a 20° C.
• Agua quebrantada, de 20 a 26° C.
• Agua templada, de 26 a 30° C.
• Agua caliente, de 30 a 40° C.
• Agua muy caliente, más de 40º C.
En primer plano, la “reacción nerviosa” es una reacción que oscila según la temperatura del agua. Con el empleo del agua fría se excita en su más alto grado la sensibilidad periférica y especialmente los vasos superficiales, lo que hace que el sistema nervioso recobre y aumente su tono, es decir que se trata de una reacción tónica. El agua muy caliente, al igual que el agua fría, excita sin llegar a poseer la acción tónico‑sedativa en la misma intensidad. Por su parte, el agua caliente produce sobre el sistema nervioso un efecto menos marcado, más agradable , suave y sedante, con el efecto de contrapresión. Y el agua templada carece de excitación, produce una acción sedante y ligeramente tónica. 

Hidroterapia con efectos en el sistema circulatorio

La reacción circulatoria que produce la hidroterapia en el cuerpo se basa en producir, según la temperatura del agua, unas modificaciones que van de la vasoconstricción a la vasodilatación. Al contacto con el agua fría, los vasos sanguíneos periféricos se contraen, la piel se vuelve pálida y el corazón reduce sus latidos, aumentando la presión arterial. Al cabo de unos momentos, la piel enrojece, disminuye la presión arterial y el corazón acelera sus latidos. A esta reacción circulatoria se le atribuye erróneamente “el corte de la digestión” y la leyenda de no bañarse hasta después de dos o tres horas posteriores a la comida, para que se efectúe la digestión. Lo cierto es que la digestión normal tiene una duración de entre doce y quince horas, y que el “corte de la digestión” en realidad se limita a colapsos producidos por la reacción circulatoria al contacto de la piel con el agua fría.
Por su parte, con la aplicación de agua muy caliente se producen los dos mismos fenómenos, primero vasoconstricción con hipertensión y después vasodilatación con hipoten­sión más acentuada. Con el agua caliente las mo­dificaciones anteriores son menos intensas y con el agua tibia o templada no hay alteraciones o son poco perceptibles las modifica­ciones circulatorias.

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