viernes, 1 de noviembre de 2013

Actividad física para cada etapa de la vida



El buen estado físico no es algo que se da espontáneamente, para conseguirlo es necesario trabajar el cuerpo a lo largo de toda la vida. Si bien es cierto que comenzar a ejercitarse desde la adolescencia es el mejor reaseguro contra las dolencias de la etapa adulta, interrumpir la actividad por un lapso determinado es una forma de perder gradualmente el rendimiento físico obtenido.

Como el envejecimiento es inevitable, lo mejor para cada etapa de la vida es conservar un estado óptimo de salud, al menos desde lo físico y orgánico (y por ende lo mental). Y aunque parezca increíble, nunca es tarde para empezar a mover el cuerpo y disfrutar de los beneficios que devienen de una actividad física habitual. No importa la edad, lo que importa son las ganas de comenzar a hacer algo bueno por el cuerpo.
En el aspecto físico y deportivo, los factores que deben considerarse para cada etapa de la vida son la capacidad cardíaca y pulmonar, la fortaleza de los huesos, la masa y el tono muscular, la grasa corporal, el funcionamiento metabólico y la flexibilidad de los miembros. Entrenando cada uno de estos factores es como una persona consigue mejorar su estado y su capacidad para adaptarse al trabajo físico regular.

El entrenamiento físico a los 20 años

En esta etapa de la vida, el estado del cuerpo es el reflejo de la actividad física y deportiva que recibió durante la niñez y adolescencia. Y aunque no hayas sido un atleta en la pubertad existe la ventaja principal de que el cuerpo aún sigue creciendo y evolucionando en muchos aspectos. Por eso si realizas en forma regular una actividad aeróbica (ciclismo, trote o carrera, natación aeróbic, etc.) mejorarás notablemente tu capacidad cardiovascular fortaleciendo el corazón y aumentando el poder de tus pulmones.
De los 20 a los 30 años es cuando se alcanza la mayor densidad ósea, por eso además de una adecuada alimentación que te asegure una ingesta suficiente de calcio, debes potenciarla a través del ejercicio físico.
Por otra parte, comienza la pérdida gradual de masa muscular que puede revertirse con el entrenamiento de la fuerza por medio de ejercicio con pesas o deportes integrales como el remo, el baloncesto, etc. Asimismo el aumento de masa muscular disminuye el porcentaje de grasa corporal y provoca un incremento en el nivel metabólico (el cuerpo quema más calorías cuando está en reposo).
Por último, la práctica de disciplinas como el Yoga o sesiones de estiramiento (stretching) mejoran notablemente la flexibilidad muscular, quizá ausente por una escasa actividad física durante la adolescencia.

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