lunes, 30 de diciembre de 2013

Aguas termales: Una medicina natural



El agua que proviene de cada fuente termal puede considerarse como un auténtico medicamento natural. Si bien los minerales ionizados están presentes en el agua cuando se la bebe, también se pueden aprovechar al bañarse en ella o al aplicarse productos cosméticos que la contengan. Sus componentes entran en contacto con la circulación sanguínea, esencialmente penetrando la piel hasta el bulbo en los orificios de donde emergen los vellos. De acuerdo a la composición de cada manantial o fuente natural, las aguas termales se clasifican en:
• Hipertermal: es ideal para hidratar y mejorar considerablemente el aspecto y la salud cutánea.
• Sulfurada: indicada especialmente para sanar las afecciones óseas y articulares.
• Clorurada sódica: se emplea para combatir los reumatismos y facilitar las rehabilitaciones.
• Sulfatadas cálcicas y magnesianas: recomendadas para controlar el estrés y regular el tránsito intestinal.
Por otra parte, ciertos problemas de la piel como la dermatitis atópica, el eczema de contacto y la psoriasis también pueden tratarse con aguas termales. Las aguas curativas tienen efectos biológicos sobre las células del sistema inmunitario cutáneo. Se han realizado estudios que aseguran que, de forma directa o indirecta, la activación de los linfocitos producida por el agua termal, genera fenómenos favorables que intervienen en todas las reacciones del sistema inmunitario. 

Aplicaciones y composición de las aguas termales

Algunos productos termales son recomendados por los terapeutas como complemento para los tratamientos de afecciones dérmicas complejas, como por ejemplo: dermatitis atópica, rosácea, dermatitis seborréica, eczema de contacto, prurito senil, prurito de las hemodiálisis, conjuntivitis, rinitis, eritema solar y quemaduras, entre otras. Asimismo, el eritema, la descamación, las sensaciones de picazón o de tensión de la piel, que son los síntomas comunes a numerosas situaciones de inflamación cutánea, ­ mejoran significativamente con las pulverizaciones de agua termal.
El secreto de sus efectos sobre la piel se devela quizá en su composición: las aguas minerales termales tienen un origen volcánico. En las profundidades de la corteza terrestre, bajo el efecto del aumento de la presión y de la temperatura, las rocas se transforman. Este fenómeno provoca la expulsión del agua y de ciertos minerales contenidos en ella (bicarbonatos, iones de cloruros y sulfatos, flúor y litio, entre otros). Además, es rica en gas carbónico. Gracias a su composición, el agua de las termas puede actuar en tres niveles dentro de los tratamientos médicos:
• Curativo: gracias a las propiedades específicas del agua con los minerales.
• Preventivo: producto de la acción de estimulación y de regulación que ejerce sobre algunos metabolismos corporales.
• Readaptación: sobre todo para aquellas enfermedades que requieren de cierto reposo y reeducación funcional (como los problemas articulares o las quemaduras intensas de piel).

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