sábado, 25 de enero de 2014

Alimentación óptima: Comer para vivir en plenitud



El secreto de una óptima alimentación se basa en seguir diariamente una dieta sana y equilibrada que proporcione la adecuada cantidad de nutrientes, es decir, carbohidratos, grasas, proteínas, vitaminas y minerales. La dieta ideal debe aportar la cantidad necesaria de calorías para cubrir las necesidades energéticas, aunque sin llegar a provocar un exceso, ya que ello provocaría un incremento en el peso corporal. Al mismo tiempo, es necesario que el cuerpo reciba la cantidad adecuada de fibra y agua para que el intestino funcione de manera eficaz eliminando las toxinas del organismo.
En principio, al ingerir una importante variedad de alimentos provenientes de los tres grupos nutritivos básicos (carbohidratos, lípidos y proteínas) se consiguen cubrir las necesidades energéticas del cuerpo. Diariamente deben incluirse alimentos como pan, cereales y productos como pastas frescas y secas. En ninguna comida deben faltar las frutas y las verduras, ya que son las principales fuentes de vitaminas y minerales. También debe incluirse alternadamente un moderado consumo de carne (preferentemente pollo o  pescado), huevos y otras fuentes de proteínas vegetales, tales como las alubias, los guisantes, las nueces y las semillas. Finalmente el consumo regular de lácteos, sobre todo descremados, aporta el hierro y calcio que el organismo necesita para mantenerse sano y fuerte.

Proporciones nutritivas saludables

En una dieta balanceada, los carbohidratos deben cubrir entre el 55 y 60 por ciento de las calorías totales, las proteínas hasta un 15 por ciento y las grasas o lípidos alrededor de un 30 por ciento. Sin embargo, es muy común incrementar el consumo de grasa y azúcares (carbohidratos simples), provocando un exceso de calorías que se traducen en un importante sobrepeso corporal. Además, la grasa es una de las principales responsables del taponamiento de arterias y los trastornos cardíacos, mientras que el azúcar aporta energía en forma de calorías vacías, esto es, sin ningún tipo de nutrientes.
Al disminuir el consumo de grasas también disminuye el riesgo de sufrir una enfermedad cardíaca. También la selección del tipo de grasa puede ayudar a mejorar la salud. Debe evitarse principalmente el consumo de grasas saturadas, presentes en la carne roja, la leche, el queso, el aceite de coco y de palma, la mantequilla y en los alimentos procesados. Este tipo de grasa incrementa el nivel del colesterol en sangre, el cual, a su vez, aumenta la acumulación de grasa en las arterias. Por el contrario, las grasas insaturadas o poliinsaturadas son las que el organismo asimila sin problemas, y que ayudan además al adecuado funcionamiento de los órganos (como el caso del ácido graso omega-3, que protege al corazón y el sistema circulatorio). Estas grasas son en su mayoría de origen vegetal aunque también se encuentran en todas las variedades de pescado azul. Otras fuentes son las nueces, las paltas y todos los aceites vegetales (maíz, girasol, oliva y uva).

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