jueves, 13 de marzo de 2014

Estrés: Un fenómeno de todos los tiempos...



El fenómeno del estrés, supuestamente patrimonio de la época actual, es en realidad tan antiguo como la humanidad. Hoy se resaltan y extienden sus aspectos negativos, sin transmitir el rol importante que cumple en la preservación de la salud y la supervivencia de las especies. Para ello, tan sólo debemos imaginar a los primeros pobladores de la Tierra, expuestos en forma permanente a situaciones de riesgo provocadas por diversos agentes naturales y de los cuales se protegían con elementos rudimentarios. Convivían en un mismo espacio con animales en estado salvaje y estaban expuestos todo el tiempo a los factores climáticos (lluvia, viento, nieve, frío, calor) y ambientales, como la polución generada por productos naturales. Procurarse una adecuada provisión de alimentos, también suponía situaciones de riesgo e incertidumbre.
Para afrontar estos inconvenientes, el hombre contó con mecanismos propios, incorporados en su cuerpo y su conciencia, que le permitieron superarlos y continuar exitosamente el proceso evolutivo de la especie. Si bien es cierto que en la actualidad se han eliminado los factores de la vida primitiva y salvaje, el avance cultural y tecnológico provocaron nuevas situaciones, aún más complejas que las iniciales y altamente amenazantes para la integridad de toda forma de vida. Asimismo, aún compartimos con nuestros antepasados un mecanismo de respuesta a todos los factores existenciales críticos: ni más ni menos que el “estrés”. 

Factores críticos que provocan estrés

Se denomina “factores críticos” a las situaciones que provocan una "reacción de estrés"; si se multiplican y nuestra capacidad de respuesta se limita, existe mayor riesgo de desarrollar lo que se conoce como estrés patológico (un estado de enfermedad física y/o mental). Entre los diversos factores críticos, pueden enumerarse:
• Muerte de seres queridos.
• Cambios importantes o pérdida de la actividad laboral.
• Violencia doméstica o social.
• Abuso sexual.
• Dificultades económicas y/o financieras.
• Traumatismos o lesiones físicas.
• Grave enfermedad, propia o de seres queridos.
• Privación de la libertad, víctima de hechos delictivos.
• Infidelidad, divorcio o separación de la pareja.
• Violencia represiva.
• Hecatombes naturales, sociales o políticas.
• Acontecimientos trascendentes (inversiones, exámenes, viajes, etc. )
Frente a una situación de crisis o un hecho doloroso, es prácticamente inevitable una respuesta condicionada por el estado emocional de quien la vive. Sin embargo, una “actitud constructiva” que comprenda la dimensión de los hechos, pero a la vez asuma la continuidad de la vida, es una herramienta imprescindible para evitar un estado de estrés nocivo.

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