viernes, 28 de marzo de 2014

Consideraciones sobre las "aguas minerales"



Frecuentemente las denominadas “aguas minerales” se consumen como reemplazo del agua de canilla, ya sea por desconfianza a su potabilidad o para evitar un sabor u olor desagradables. Pero en realidad, todas las aguas contienen sustancias minerales disueltas como el calcio, el magnesio, el sodio, el potasio, el cinc, el cromo, el flúor, el silicio y el litio, entre otras. De hecho, una parte importante de las sales minerales que necesita nuestro organismo para subsistir, las obtiene a través del agua. Así, un agua puede determinarse como buena o mala para la salud si su composición se adapta a las necesidades de cada organismo en particular, aunque todas cumplen la misma función central: reponer los líquidos que el cuerpo pierde a través de la orina y la sudoración.
Por su parte, existen aguas minerales que se presentan como bebidas médicas. Tal es el caso de las aguas sulfuradas, que contienen una cantidad más avanzada de azufre en estado de sulfuro. Esta agua poseen efectos antiinflamatorios sobre los cartílagos, articulaciones, arterias y sobre todo los bronquios. Las sulfatadas, por su parte, son las que mantienen una mayor protección de sulfatos y se subdividen en sulfatadas sódicas, magnésicas y cálcicas. Este tipo de aguas tienen fundamentalmente un efecto purgante sobre el organismo. Tanto unas como otras deben beberse bajo prescripción médica, ya que su exceso puede provocar problemas de salud. 

Aguas enriquecidas: Algunas buenas, otras no tanto 

El agua enriquecida con calcio es muy buena para los tejidos nerviosos, pues es considerado un mineral indispensable para el organismo. No sólo se halla presente en el esqueleto, sino que también el calcio actúa en la coagulación de la sangre y en el funcionamiento normal de los tejidos nerviosos, entre otros. Pero un exceso de calcio puede resultar también perjudicial, provocando a veces la formación de piedras de riñón. Por eso, el consumo de este tipo de agua enriquecida debe equilibrarse con el consumo total de calcio a través de la dieta. Si la alimentación provee todo el calcio que el cuerpo necesita, el consumo de agua con calcio no es recomendable.
Por otro lado, el agua enriquecida con sodio debe consumirse con suma discreción. En la actualidad ya ha quedado establecida la relación causal entre una cantidad excesiva de sodio y los trastornos de presión arterial elevada (hipertensión). Por lo general, la concentración de esta sustancia en el agua sólo resulta problemática para las personas que, por vivir en climas cálidos, deben tomar muchos líquidos y generalmente aguas con excesiva cantidad de sodio.

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