La respiración torácica permite un suministro inmediato de oxígeno a la sangre. Se produce naturalmente cuando se realiza un ejercicio físico moderado o intenso, se experimenta una emoción intensa (excitación, temor o ansiedad) o se enfrenta una urgencia, pero también puede usarse brevemente con fines estimulantes al despertar por la mañana o cuando las fuerzas se debilitan. En la respiración torácica, los músculos intercostales se contraen y el pecho se distiende para impeler aire de inmediato a la parte alta de los pulmones. Por eso se caracteriza por la expansión del tórax (pulmones) y el hundimiento del vientre. Por esta razón, se trata de una respiración superficial y rápida, más intensa durante la inspiración, que favorece un estado de tensión muscular general.
En determinadas circunstancias, la respiración torácica es ideal e incluso vital (por ejemplo, cuando hay que reaccionar en segundos ante un caso de emergencia), pero si persiste demasiado tiempo o se hace habitual, propicia un estado de tensión permanente que tiene graves consecuencias para la salud; por ejemplo, alteraciones químicas de la sangre que pueden causar mareo, confusión o desmayo, junto con una sensación de hormigueo en manos y pies.
Respiración abdominal: Hacia la relajación total
La respiración abdominal o diafragmática produce un estado de reposo general en el cuerpo y es la que debería prevalecer la mayor parte del tiempo. En ella intervienen más los movimientos rítmicos del diafragma, la pared muscular en forma de cúpula que separa el tórax del abdomen. A diferencia de la torácica, los músculos intercostales cumplen un papel secundario. A1 inhalar el aire, el diafragma se contrae y aplasta, lo que incrementa el volumen de la cavidad torácica y permite que los pulmones se expandan en toda su capacidad; a la vez, los órganos abdominales reciben un suave masaje promoviendo un óptimo funcionamiento. Al exhalar, el diafragma se relaja y levanta para contraer los pulmones. Si se colocan las manos sobre el abdomen, es posible sentir el movimiento del diafragma al practicar la respiración boca arriba.
La respiración abdominal es más recomendable que la torácica, ya que tiende a reducir tensión y a provocar un estado de relajación. Como los pulmones se llenan y vacían de manera más completa, es mayor el aporte de oxígeno para el metabolismo y menor la acumulación de toxinas (como el caso del dióxido de carbono o ácido láctico), lo que previene el nerviosismo y la fatiga entre otras consecuencias. Y aunque es más natural, la respiración abdominal debe aprenderse nuevamente en la edad adulta, no sólo porque el estado de tensión muscular es más frecuente, sino porque de niños se nos suele insistir en que conservemos el abdomen contraído y el tórax distendido, lo de alguna forma inhibe la máxima función del diafragma.
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