Quien recurre al café, al tabaco o incluso al alcohol para
incrementar su atención, desconoce que el mejor estimulante de esta facultad
consiste en ejercitarla continuamente. Con los ejercicios mentales que te
propongo podrás llegar a convertirte en un verdadero atleta de la vigilia, lo
que te proporcionará la ventaja de alternar los estados de sueño y lucidez de
una manera más armónica, además de enriquecer tu vida con una integración plena
y realista en el medio en que te desarrolles.
Trabajando con todo
El sólo hecho de contemplar un dibujo durante unos segundos
pone en marcha mecanismos extremadamente complejos. Las células nerviosas o
neuronas, en relación unas con otras mediante una fabulosa conexión química,
envían señales a distintas áreas del cerebro. Estas áreas también tienen relación
con zonas vecinas, y compartiendo la información recibida logran que el total
de estímulos quede almacenado, en disposición de ser conducido a la conciencia
por el proceso llamado memoria. ¡Esto para la simple visualización de un
dibujo!
Imaginemos ahora la actividad increíble que deberá desarrollar nuestro sistema nervioso para llevarnos a buen fin, día a día, a través de todas las tareas que nos toca desempeñar. Y pensemos también que este mecanismo trabaja veinticuatro horas al día, todos los días de nuestra vida, pues hasta cuando dormimos nuestro cerebro descansa por rigurosos turnos.
Cuando nacemos venimos al mundo dotados de más o menos catorce mil millones de neuronas. Cierto es que no se reproducen y que, por el contrario, se gastan con el correr del tiempo, puesto que perdemos aproximadamente cien mil por día. Esto significa una pérdida de mil millones y medio entre los 30 y los 90 años. Pero esta pérdida es mínima si la comparamos con el magnífico haber que nos queda todavía. Vemos entonces que la edad por sí sola no puede justificar los fenómenos de “envejecimiento cerebral”.
Imaginemos ahora la actividad increíble que deberá desarrollar nuestro sistema nervioso para llevarnos a buen fin, día a día, a través de todas las tareas que nos toca desempeñar. Y pensemos también que este mecanismo trabaja veinticuatro horas al día, todos los días de nuestra vida, pues hasta cuando dormimos nuestro cerebro descansa por rigurosos turnos.
Cuando nacemos venimos al mundo dotados de más o menos catorce mil millones de neuronas. Cierto es que no se reproducen y que, por el contrario, se gastan con el correr del tiempo, puesto que perdemos aproximadamente cien mil por día. Esto significa una pérdida de mil millones y medio entre los 30 y los 90 años. Pero esta pérdida es mínima si la comparamos con el magnífico haber que nos queda todavía. Vemos entonces que la edad por sí sola no puede justificar los fenómenos de “envejecimiento cerebral”.
Cuando la atención
mental decae
Pero la atención sí se perjudica por la falta de estímulos.
Un tremendo obstáculo para una buena vigilancia son las preocupaciones y el estrés
de la vida cotidiana. Al ocupar nuestro pensamiento con los mil obstáculos que
encontramos diariamente en nuestro trabajo o en nuestra vida familiar, entramos
en un comportamiento meramente automático, casi propio de robots, y nos sucede
frecuentemente que andando por la calle, por ejemplo, no sabemos cómo hemos
recorrido los últimos quinientos metros. Esto es muy perjudicial para el
proceso de la atención, y lleva muchas veces a pasar largos períodos del día
sin que nos demos bien cuenta de lo que ha sucedido en ese lapso.
Otro enemigo mortal de la atención es una inadecuada percepción sensorial. Una visión deficiente o una mala percepción auditiva debidas a la falsa coquetería de no contar con unas gafas adecuadas o un aparato indicado harán que los estímulos nos resbalen dándonos un aspecto «despistado», distraído, funesto para una verdadera atención.
El tercer requisito es la voluntad: ten siempre en cuenta que los ejercicios adecuados, realizados con constancia, firmeza y fe mejorarán tu atención y tu estado de alerta y harán de ti una persona «despierta» o integrada plenamente con el mundo que te rodea.
Otro enemigo mortal de la atención es una inadecuada percepción sensorial. Una visión deficiente o una mala percepción auditiva debidas a la falsa coquetería de no contar con unas gafas adecuadas o un aparato indicado harán que los estímulos nos resbalen dándonos un aspecto «despistado», distraído, funesto para una verdadera atención.
El tercer requisito es la voluntad: ten siempre en cuenta que los ejercicios adecuados, realizados con constancia, firmeza y fe mejorarán tu atención y tu estado de alerta y harán de ti una persona «despierta» o integrada plenamente con el mundo que te rodea.
Los ejercicios
recomendados
Ejercicio 1:
Presta atención a una parte de tu cuerpo. Elige aquella que mejor te parezca y
piensa en ella todas las veces que puedas recordarlo durante el día: ¿Cómo
tengo colocada la cabeza? ¿Alta? ¿Baja? Verás que con el paso de los días te
será cada vez más fácil recordar este ejercicio preliminar y realizarlo más a
menudo.
Ejercicio 2: Cuando notes que
recuerdas la posición de la parte del cuerpo elegida (brazos, piernas, tronco,
etc.) muchas más veces por día que cuando comenzaste el entrenamiento, pasa a
la segunda etapa: sé consciente de tu cuerpo en movimiento ¿Cuál es el ritmo de
mis pasos? ¿Muevo los brazos mientras camino? Y mi respiración, ¿se acompasa
con el ritmo de mis pasos o tiene un ritmo propio? Cuando andes de un lado a
otro, sé consciente de tu desplazamiento. Permanece “despierto” en cada uno de
tus movimientos. No actúes, en lo posible, mecánicamente.
Ejercicio 3: Una vez que notes que
el estado de alerta en lo que respecta a la posición de tu cuerpo mejora,
introduce un pensamiento positivo corto, que puedas repetir mentalmente
acompasándolo al ritmo de tus pasos o de tu respiración, si no estás andando.
Algo así como “cada día atiendo más y mejor” o bien “atiendo ahora mucho más”.
Repítelo incesantemente los ratos en que pueda concentrarte en ello y verás que
luego, aún estando aparentemente distraído, en algún lugar de tu mente la
frasecita sigue resonando. Si puedes ayúdate con unas notas melódicas, como si
improvisaras una pequeña cancioncita; notarás que es más fácil que se torne un
sonsonete agradable y pegadizo.
Ejercicio 4: Cuando andes por la
calle no te distraigas en pensamientos erráticos. Trata de recordar cómo
estaban vestidas las personas que dejaste atrás al doblar una esquina, o el
color de los coches que acaban de pasar. ¿Cuántos de color rojo, o amarillo, o
gris? ¿Había alguno negro?
Ejercicio 5: Al leer una o dos
páginas interrumpe un momento la lectura y pregúntate datos que tengan que ver
con lo leído. Recuerda hechos que aparezcan en el libro, ya sean estas conclusiones
científicas, nombres de personajes, de lugares, etc. Y mientras lees piensa que
debes poner atención, puesto que vas a interrogarte a ti mismo. Esto no tardará
en volverse un hábito, y tu atención mejorará increíblemente.
Ejercicio 6: Suma este ejercicio al
anterior. ¿Cuál es el texto de la última línea de la página precedente?
Contéstate. Échale luego una breve mirada, en treinta segundos di cuántas
palabras crees que hay en ella. ¿Doscientas? ¿Trescientas? ¿Algo menos de
quinientas? Compruébalo contando una pequeña parte y calculando después.
Ejercicio 7: Al irte a acostar
repasa mentalmente las acciones del día, pero de atrás hacia adelante. O sea
que deberás recordar primero lo último que has hecho, ¿qué habrá sido?,
indudablemente, tumbarse en la cama. ¿Cómo lo has hecho? Sé minucioso. Cuantos
más detalles recuerdes de tus acciones, mejor será. ¿Cómo te has puesto el
pijama: primero la pierna izquierda o la derecha? Lo mismo para la chaqueta:
¿primero el brazo derecho o el izquierdo? Verás que con el correr de los días
te será posible ir recordando cada vez más detalles.
*La perseverancia hará que estos ejercicios sean cada vez más beneficiosos en todo lo que respecta a tu estado de vigilancia y alerta.
*La perseverancia hará que estos ejercicios sean cada vez más beneficiosos en todo lo que respecta a tu estado de vigilancia y alerta.
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