lunes, 10 de febrero de 2014

Relajación y respiración: Aliadas del bienestar físico



El bienestar físico y mental de una persona depende en gran parte de la continuidad con que puede disfrutar de momentos de relajación. No obstante, las tensiones y el estrés de la vida diaria no permiten un estado de relajación espontáneo y natural, lo que nos obliga a practicar determinadas disciplinas para conseguirlo. De ellas, tal vez las más sencillas y eficaces sean los ejercicios de respiración profunda y consciente destinados a contrarrestar la tensión muscular y promover la tranquilidad.
Muchas disciplinas tradicionales, como el Yoga y la Meditación, proponen los ejercicios respiratorios para influir positivamente en el estado mental, revelando de alguna manera, la estrecha relación que existe entre la respiración y la salud general. Se ha podido comprobar, por ejemplo, que las personas que sufren de ansiedad respiran de forma rápida y superficial y hablan con los pulmones llenos, mientras que las personas que padecen algún estado depresivo respiran más profundamente y tienden a hablar después de cada espiración. Tal es así, que para influir en los procesos involuntarios del cuerpo (los regulados por el sistema nervioso autónomo o vegetativo) no hay nada más poderoso que la respiración, pues ella misma es parte de esos procesos, si bien responde fácilmente a la voluntad. 

Respirar para mejorar la salud

Algunos practicantes de Yoga y discípulos avanzados de Meditación llegan a ejercer un total control sobre su pulso cardíaco y su presión arterial. Aunque este nivel de conocimiento y dominio no es fácil de adquirir, con la práctica constante y regular se consiguen resultados sorprendentes. Lo primero que debe hacer cualquier persona que desea mejorar su estado de salud general, es modificar su respiración y, a través de ella, otras funciones orgánicas relacionadas con el nivel de relajación y de tensión general.
En la respiración profunda, la finalidad de la inhalación es llenar los pulmones con un suministro constante de aire fresco para que la sangre extraiga el vital oxígeno y lo conduzca a todos los tejidos y órganos del cuerpo. Por su parte, la exhalación, además de vaciar de aire los pulmones para completar el ciclo respiratorio, elimina el dióxido de carbono, un producto de desecho del organismo. Está demostrado que durante el transcurso del día y según el grado de actividad de la persona, el ritmo respiratorio cambia en forma involuntaria para ajustarse a las variaciones en la demanda de oxígeno y en las necesidades de expulsión de dióxido de carbono. Estos cambios, que corresponden al grado de relajación o de tensión, están condicionados por dos tipos principales de respiración: la torácica y la abdominal.

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