lunes, 2 de junio de 2014

Mejorar la nutrición de manera inteligente



“Una dieta adecuada es indispensable para nuestra salud. La ciencia confirma una y otra vez que muchas de las enfermedades crónicas que padecemos en nuestro tiempo (obesidad, diabetes, hemorroides, várices, infarto de miocardio, divertículos, cáncer, úlcera péptica, hernia de hiato, apendicitis o colelitiasis) están condicionadas en gran medida —si es que no son su consecuencia directa— por una nutrición inadecuada, deficiente o tóxica. Las dudas surgen, no obstante, cuando tratamos de definir qué es una dieta adecuada.”

JON ECHEVESTE
Médico especialista en radiodiagnóstico
(y colaborador del Centro Quiropráctico Ana Echeveste)
 

Con la información justa y una cuota de “sentido común”, podemos defendernos de la Industria Alimenticia y por consiguiente mejorar nuestra calidad de vida. Si consideramos que “somos lo que comemos”, mientras menos tóxica sea nuestra alimentación mejor nos sentiremos en todos los aspectos, además del físico y el estético.
Hoy como consumidores de alimentos tenemos la oportunidad de establecer estrategias de consumo saludables. Además existen otros aspectos en juego a la hora de hablar de alimentación, y es el concepto mental que cada uno de nosotros tiene sobre los alimentos. Se trata de “creer o reventar”, o de “cambiar y ver qué sucede”. El ser humano a lo largo del tiempo ha tenido una evolución que es preciso considerar; seguramente que 14.000 años atrás un humano no soportaría comer lo que hoy consumimos y viceversa. Nuestro instinto primario de supervivencia y preservación de la especie no puede batallar contra los colores, las texturas, los sabores, las imágenes, los mensajes subliminales, y el efecto de placer que nos presentan los alimentos industrializados. Parece que nos hemos rendido frente al marketing de la Industria Alimenticia y terminamos funcionando en “piloto automático”, sin tomar decisiones conscientes y hacer elecciones con sentido común a la hora de comprar tal o cual alimento. Al perder el más común de los sentidos corremos el riesgo de hacer cosas que no siempre nos benefician.
Lo cierto es que la alimentación es la base de la salud, y la salud es la base de nuestra calidad de vida diaria. Por eso tenemos siempre la capacidad de elegir un determinado alimento sobre otro, sin llegar a pretender que nuestra dieta se base sólo en alimentos orgánicos o cultivados por nosotros mismos —algo que es ideal pero bastante complejo de seguir para la mayoría—.
También como consumidores podemos desviar el rumbo de la Industria Alimenticia, reclamando de algún modo la producción de alimentos con menos productos químicos. Un día de ayuno global podría poner en jaque a toda la industria, dos días quizá la tumbaría. Siempre tenemos el poder, porque precisamente somos quienes permitimos la existencia de la industria. Ese poder es un derecho adquirido, que a veces desconocemos precisamente porque no aplicamos un atisbo de “sentido común”. La industria existe porque alguien consume lo que produce… así de simple.
Existen muchos componentes artificiales que utiliza la Industria Alimenticia para sus productos, sin mediar en los perjuicios que ello puede provocar en quien lo consume. En última instancia, debería existir una regulación mundial que obligue a las empresas a poner una nota de advertencia en los productos sobre su consumo, como sucede con el tabaco. Después de todo, cada uno elige lo que desea para sí mismo. En la era de la información y el conocimiento, advertir esto no es algo descabellado, todo lo contrario.

La inversión publicitaria y los envases de los alimentos concebidos por verdaderos gurúes del consumo y el marketing producen un engaño que se advierte con sólo leer las etiquetas detrás de cada paquete. Esa información que la mayoría no considera, de alguna forma es la radiografía real de lo que contiene cada alimento. No podemos resignarnos a comer sólo por sabor y color, y sacrificar los nutrientes esenciales que proveen las materias primas naturales. Si voy a comer un postre de fresas, al menos que contenga fresas deshidratadas y no sólo un saborizante de fresa. Económicamente la Industria Alimenticia se inclino por lo artificial frente a lo natural, y la verdad que desconozco si el modelo inverso es viable, pero no podemos correr el riesgo de sumarnos a variables económicas, cuando está en juego nuestra salud y nuestra calidad de vida. La paradoja que se plantea en este punto es la siguiente: si los alimentos son cada vez más artificiales y tóxicos, por qué el promedio de vida se ha extendido. El sentido común y la experiencia me dicen que esa realidad es fáctica, pero que estamos obviando un detalle: la calidad de vida. Vivir más no implica vivir mejor o vivir rebosante de salud.
Para conservamos sanos es necesario establecer una guía de protección para ganar en salud y no ser víctima de un sistema al que sólo le interesa vender más y más. Alimentar el cuerpo de un modo que nos permita conservar la salud, puede ser la acción diaria más sensata y noble que cada uno puede hacer por su cuerpo y su calidad de vida. Entonces, qué hacemos para conservar ese bien tan preciado, porque cuando la salud se pierde es muy costosa recuperarla, y a veces quizá ni llegamos a eso. La prevención, a través de la adecuada información, una vez más aparece como el arma más poderosa para preservar nuestro bienestar, y convertirnos así en consumidores inteligentes y responsables.

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