La ansiedad, la depresión, el enojo y otras
perturbaciones emocionales crónicas potencian en un ciento por ciento las
posibilidades de sufrir enfermedades graves. Como contrapartida, la herencia
familiar, la alimentación equilibrada y los hábito higiénicos son factores que
inciden directamente en la salud. Sin embargo, la habilidad para controlar y
conocer las emociones constituye un elemento esencial para hacer frente a
situaciones cotidianas con una actitud netamente positiva. El optimismo fortalece
las defensas y protege nuestro organismo de enfermedades.
Está demostrado que una persona satisfecha en el plano personal se siente mejor que quien no encuentra sentido a su vida. Si los psicólogos señalan que un bajo nivel de satisfacción genera desequilibrios, los fisiólogos advierten que las defensas de un individuo deprimido son muy bajas, generando así un campo propicio para una serie de enfermedades.
Está demostrado que una persona satisfecha en el plano personal se siente mejor que quien no encuentra sentido a su vida. Si los psicólogos señalan que un bajo nivel de satisfacción genera desequilibrios, los fisiólogos advierten que las defensas de un individuo deprimido son muy bajas, generando así un campo propicio para una serie de enfermedades.
El
significado de la salud
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
define la “salud” como “un estado de bienestar físico, mental y social”. Así
como se reconoce la influencia del estado de ánimo sobre el sistema
inmunológico, también se ha probado que el contexto social incide en el
bienestar físico. Algunos definen la salud no como un objetivo duradero, sino
como un proceso de pugna entre estar sano y enfermarse.
Los estudios estadísticos revelan que una persona de 25 años ha padecido 200 dolencias leves o medianas y 20 enfermedades serias. Un adulto promedio padece cada día alguna molestia benigna, como dolor de cabeza, vómitos, nariz tapada, palpitaciones u otros problemas similares. Como ésos, cada año se producen ochenta episodios. Aunque las molestias pasajeras pueden ignorarse, muchos las transforman en enfermedades graves.
Los estudios estadísticos revelan que una persona de 25 años ha padecido 200 dolencias leves o medianas y 20 enfermedades serias. Un adulto promedio padece cada día alguna molestia benigna, como dolor de cabeza, vómitos, nariz tapada, palpitaciones u otros problemas similares. Como ésos, cada año se producen ochenta episodios. Aunque las molestias pasajeras pueden ignorarse, muchos las transforman en enfermedades graves.
Asimismo, según estudios realizados, los
jóvenes están convencidos de que el mayor riesgo para su salud es el deterioro
del medio ambiente, sin darse cuenta que la salud está más amenazada por los
excesos (alcohol, tabaco, mala alimentación y carencia de actividad física) que
por el entorno en donde viven. Cabe aclarar, además, que quienes temen al medio
ambiente sufren determinadas dolencias (alergias, infecciones estomacales,
irritación en los ojos, etc.) con mucho más frecuencia que los que no se
preocupan por el tema.
Salud y
seguridad
Una de las conclusiones, a la que arriban los
investigadores del tema, es que las personas saludables se sienten fuertes,
menos indefensas y no temen perder el control de sus vidas. En el momento de
superar crisis vitales, refuerzan su resistencia. Ello explica que muchas
personas que viven sometidas a considerables presiones se mantienen sanos,
mientras otras se enferman sin soportar cargas adicionales.
Los estudiosos del tema definen a los
saludables como personas “curtidas” (denominación utilizada para el conjunto de
defensas psíquicas). Entonces, ¿cuál es la característica de la gente curtida?
El compromiso, la auto imposición de obligaciones, la autoestima y el control
de su vida. Para el curtido los cambios implican retos, y no los considera una
amenaza. Es el típico optimista; es decir, tiene la convicción de que las cosas
irán bien más allá de los contratiempos. Las personas optimistas aprenden de
cada fracaso y consideran que siempre pueden cambiar aquello que han hecho mal.
En cambio, los pesimistas estiman que no existe nada que ellos puedan hacer
para que las cosas salgan mejor.
Esto no significa que una persona pueda por sí
sola revertir el avance de una enfermedad, pero las actitudes y pensamientos
positivos ejercen un beneficioso papel sobre el sistema inmunológico y sobre la
salud en general, tanto física como mental.
7 reglas
de oro para vivir saludable
• Pensar que todo tiene solución. En vez de
quejarse por los contratiempos, tomarlos con buen humor.
• Enfrentar los problemas con optimismo.
Evitar las situaciones que bajen las defensas, los malos hábitos, el estrés y
el sedentarismo.
• Encarar las dificultades sin demoras, para
que después no se manifiesten a través del organismo.
• Controlar las emociones: el dominio de uno
mismo no consiste en tratar de ser feliz, sino en saber reconocer las emociones
positivas y las negativas.
• Reírse es una fuerza transformadora, que
relaja y disminuye el estrés. Como un bálsamo interno, armoniza aspectos
psicológicos y fisiológicos.
• Adquirir la capacidad de darse cuenta en los
propios sentimientos en el momento en que se producen: al entrar en un pozo
anímico, no perder tiempo compadeciéndose, sino ayudándose.
• Desarrollar recursos para mantener bajo
control emociones como la ansiedad y la tristeza.
No dejarse avasallar por los altibajos de la
vida es esencial para el bienestar.
“Quien se
siente bien puede ayudar a los demás, y al hacerlo se siente mejor. Esa clase
de sentimientos positivos potencia la salud y se explica fisiológicamente por
una mayor producción de endorfinas en el organismo.”
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