El aspartamo ha sido declarado seguro para consumo humano por las agencias de más de noventa países y la FDA (Food & Drugs Administration) en los Estados Unidos lo describe como uno de los aditivos más estudiados de la historia y afirma que su seguridad está más que confirmada. Más de 100 organizaciones nacionales e internacionales han evaluado la inocuidad del aspartamo. La Organización Mundial de Salud a través de un comité de expertos ha establecido un nivel de ingesta diaria admisible (IDA) de 40 mg/kg de peso corporal, mientras que la FDA lo establece en 50 mg/kg. Existe, sin embargo, polémica entre ciertos sectores, entre los que han surgido numerosas controversias y mitos a su alrededor.
Un argumento que evidencia que el aspartamo goza de mala fama pero sin fundamentos, surge al evaluar la incidencia del cáncer en personas con diabetes, ya que son las mayores consumidoras de edulcorantes. No existe evidencia científica que relacione al aspartamo con el cáncer, ya que no hay mayor tasa de esta enfermedad en personas con diabetes. De ello se puede presumir que asociar un edulcorante con efectos cancerígenos carece de rigor científico. Esto a su vez no implica que su consumo esté ampliamente recomendado. Por tratarse de una sustancia artificial, debería limitarse su consumo. Asimismo, como todo edulcorante no posee calorías, pero tampoco nutrientes, por lo que sus efectos actúan a nivel del paladar. Eso suele generar cierta predisposición por el consumo de productos cada vez más dulces, algo que no es recomendado.
Las pruebas de seguridad del aspartamo han ido mucho más allá de las necesarias para evaluar la seguridad de un aditivo alimentario. Cuando toda la investigación sobre el aspartamo es examinada en su conjunto, es evidente que el aspartamo es seguro, y no hay preguntas sin resolver en cuanto a su seguridad en las condiciones de uso previsto.
Sin embargo, es cierto que hay un riesgo para la salud asociado con el aspartamo, pero sólo se aplica a las personas con un raro trastorno genético en el cromosoma 12 llamada fenilcetonuria o PKU, que afecta a aproximadamente 1 de cada 15.000 personas. Ellos no pueden metabolizar la fenilalanina, por lo que necesitan evitar no sólo el aspartamo, sino todos los productos con fenilalanina. La fenilalanina es un aminoácido que se encuentra en muchos alimentos, muchos, incluyendo la leche materna, por lo que casi no tiene sentido destacar al aspartamo como causante del problema.
También es cierto que no se puede cocinar con aspartamo, pero no por razones de seguridad. A temperaturas de cocción se descompone y pierde su sabor, al igual que algunos otros alimentos. Por esta razón, el aspartamo está empezando a perder terreno en el mercado en favor de la Sucralosa, otro edulcorante artificial que mantiene su sabor cuando se cocina.
Existe un reciente estudio en el que se aprecia la correlación en la aparición de carcinomas en ratas (machos y hembras) y ratones machos (no en las hembras) al someter a los roedores a dosis altas de aspartamo durante toda su vida. Pero no pueden vincularse estos resultados con el consumo humano. El sentido común me dice que luego de 30 años de historia de consumo de aspartamo, ya deberíamos darnos cuenta de sus efectos reales en el organismo; y hasta hoy no se han observado (sobre todo en las personas con diabetes, que han sido los mayores consumidores). Amén de ello, es recomendable inclinarse por los edulcorantes naturales, como la Stevia (aun no aprobada en los Estados Unidos).
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