lunes, 6 de octubre de 2014

Los secretos de la eterna salud


Siempre nos hemos preguntado cómo es posible que determinadas personas nunca se enfermen y que siempre estén rebosantes de salud y bienestar. La respuesta a este interrogante es lo que voy a tratar de develar en este artículo.


La ansiedad, la depresión, el enojo y otras perturbaciones emocionales crónicas potencian en un ciento por ciento las posibilidades de sufrir enfermedades graves. Como contrapartida, la herencia familiar, la alimentación equilibrada y los hábito higiénicos son factores que inciden directamente en la salud. Sin embargo, la habilidad para controlar y conocer las emociones constituye un elemento esencial para hacer frente a situaciones cotidianas con una actitud netamente positiva. El optimismo fortalece las defensas y protege nuestro organismo de enfermedades.
Está demostrado que una persona satisfecha en el plano personal se siente mejor que quien no encuentra sentido a su vida. Si los psicólogos señalan que un bajo nivel de satisfacción genera desequilibrios, los fisiólogos advierten que las defensas de un individuo deprimido son muy bajas, generando así un campo propicio para una serie de enfermedades.

El significado de la salud

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la “salud” como “un estado de bienestar físico, mental y social”. Así como se reconoce la influencia del estado de ánimo sobre el sistema inmunológico, también se ha probado que el contexto social incide en el bienestar físico. Algunos definen la salud no como un objetivo duradero, sino como un proceso de pugna entre estar sano y enfermarse.
Los estudios estadísticos revelan que una persona de 25 años ha padecido 200 dolencias leves o medianas y 20 enfermedades serias. Un adulto promedio padece cada día alguna molestia benigna, como dolor de cabeza, vómitos, nariz tapada, palpitaciones u otros problemas similares. Como ésos, cada año se producen ochenta episodios. Aunque las molestias pasajeras pueden ignorarse, muchos las transforman en enfermedades graves.
Asimismo, según estudios realizados, los jóvenes están convencidos de que el mayor riesgo para su salud es el deterioro del medio ambiente, sin darse cuenta que la salud está más amenazada por los excesos (alcohol, tabaco, mala alimentación y carencia de actividad física) que por el entorno en donde viven. Cabe aclarar, además, que quienes temen al medio ambiente sufren determinadas dolencias (alergias, infecciones estomacales, irritación en los ojos, etc.) con mucho más frecuencia que los que no se preocupan por el tema.

Salud y seguridad

Una de las conclusiones, a la que arriban los investigadores del tema, es que las personas saludables se sienten fuertes, menos indefensas y no temen perder el control de sus vidas. En el momento de superar crisis vitales, refuerzan su resistencia. Ello explica que muchas personas que viven sometidas a considerables presiones se mantienen sanos, mientras otras se enferman sin soportar cargas adicionales.
Los estudiosos del tema definen a los saludables como personas “curtidas” (denominación utilizada para el conjunto de defensas psíquicas). Entonces, ¿cuál es la característica de la gente curtida? El compromiso, la auto imposición de obligaciones, la autoestima y el control de su vida. Para el curtido los cambios implican retos, y no los considera una amenaza. Es el típico optimista; es decir, tiene la convicción de que las cosas irán bien más allá de los contratiempos. Las personas optimistas aprenden de cada fracaso y consideran que siempre pueden cambiar aquello que han hecho mal. En cambio, los pesimistas estiman que no existe nada que ellos puedan hacer para que las cosas salgan mejor.
Esto no significa que una persona pueda por sí sola revertir el avance de una enfermedad, pero las actitudes y pensamientos positivos ejercen un beneficioso papel sobre el sistema inmunológico y sobre la salud en general, tanto física como mental.

7 reglas de oro para vivir saludable

• Pensar que todo tiene solución. En vez de quejarse por los contratiempos, tomarlos con buen humor.
• Enfrentar los problemas con optimismo. Evitar las situaciones que bajen las defensas, los malos hábitos, el estrés y el sedentarismo.
• Encarar las dificultades sin demoras, para que después no se manifiesten a través del organismo.
• Controlar las emociones: el dominio de uno mismo no consiste en tratar de ser feliz, sino en saber reconocer las emociones positivas y las negativas.
• Reírse es una fuerza transformadora, que relaja y disminuye el estrés. Como un bálsamo interno, armoniza aspectos psicológicos y fisiológicos.
• Adquirir la capacidad de darse cuenta en los propios sentimientos en el momento en que se producen: al entrar en un pozo anímico, no perder tiempo compadeciéndose, sino ayudándose.
• Desarrollar recursos para mantener bajo control emociones como la ansiedad y la tristeza.
No dejarse avasallar por los altibajos de la vida es esencial para el bienestar.

“Quien se siente bien puede ayudar a los demás, y al hacerlo se siente mejor. Esa clase de sentimientos positivos potencia la salud y se explica fisiológicamente por una mayor producción de endorfinas en el organismo.”

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