viernes, 28 de junio de 2013

Contemplar: Un acto de amor incondicional


Contemplar al otro es verse reflejado en él, es un verdadero acto de amor. Muchos confunden el silencio con la indiferencia, pero lo cierto es que cuando hablo de silencio me refiero al silencio contemplativo, al silencio cómplice, al silencio empático. Este silencio es el resultado de una excelente comunicación entre los participantes de una relación, donde las palabras sólo ocupan el lugar que se merecen. No se habla para llenar un vacío, porque el vacío no existe, sólo existe amor, y eso lo llena todo. Lamentablemente nunca nos enseñaron el verdadero concepto del amor, aunque es imposible conceptualizarlo… el amor genuino no espera nada a cambio. Los grandes maestros espirituales que han pasado por el planeta siempre han transmitido amor incondicional. En contrapartida asimilamos un concepto de “amor románico”, el amor de película, pero que siempre espera algo a cambio y depende para su subsistencia de la presencia física del otro. Se vale sólo de palabras que refuerzan la ilusión de un vínculo profundo, porque si no es así, la relación se ve amenazada —por ejemplo: te amo, te quiero, eres el amor de mi vida, sin ti yo no puedo vivir, si te vas yo me muero, etc. Paradójicamente las palabras dulces no acompañan la realidad amarga de la relación, que vive en continua tensión, y donde las diferencias se hacen notar cuando el volumen de la voz sube, como para dejar en claro quién tiene la razón. Y depende fundamentalmente del apego hacia el otro, de lo contrario se desvanece en un instante.
El grito muestra el miedo que uno tiene, mientras que el amor susurra. Gritar en una relación es una falta de respeto hacia el otro pero también hacia nosotros, y evidencia un gran miedo interior y una falta absoluta de control interno. Cuando hay amor incondicional en una relación, las palabras sobran y hablar se reemplaza por contemplar.
Una relación se convierte en frágil y efímera cuando la felicidad de uno depende siempre del otro y de lo que el otro hace en la relación, de su ausencia o de su presencia. Aquí el alma está escondida, temerosa de expresarse, ya que puede desnudar la realidad de las cosas tal cual son. Aunque siempre debemos elegir expresarnos desde nuestro interior, sin esperar que los resultados finales sean los que deseamos. Primero aceptamos, después permitimos que nuestra alma se exprese. De esas acciones, todo resultado es positivo, porque así funcionan las leyes que lo rigen todo.

“El amor no necesita de las palabras para expresarse. Cuando dos almas se encuentran, el lenguaje del mundo queda obsoleto. Pues una simple mirada compasiva equivale a todas las frases que se han pronunciado en nombre del amor.”



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